Los Hinojosos de la Orden hace 500 años. La villa de los hidalgos

Autor: Enrique Lillo Alarcón
ISSN 2386-5172 - Serie: XIII-1
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Enrique Lillo Alarcón
Autor: Enrique Lillo Alarcón

Introducción

Nadie en la pequeña y tranquila villa del Finojoso podía imaginar lo que iba a suceder el próximo septiembre de este año de 1241.
Hacía pocos años que toda la comarca había comenzado a ser repoblada por la Orden de Santiago, acudían numerosos colonos a la llamada de los freyles de Uclés y aún permanecían numerosos hidalgos que habían contribuido a la conquista de la zona a los musulmanes. La preocupación más inmediata este año era procurarse una vivienda, roturar la tierra y cuidar de sus ganados.

Desde que el rey Alfonso IX entregara a la Orden de Santiago territorios conquistados con la misión que fueran repoblados, se habían afanado en ocuparlos desde su sede de Uclés, y llamar la atención de colonos con privilegios y cesión de tierras, que formaran pueblas o villas, las que después constituirán el Común de la Mancha.
Por otro lado, desde 1184 que se había conquistado la villa de Alarcón a los musulmanes, este concejo de realengo no había dejado de aumentar los territorios que formaban su alfoz, tanto fue así que estaban chocando con las posesiones de la Orden de Santiago, entrando en conflicto claro personas, dominios y terrenos.
Para que el problema no fuera a más, el Santo rey Fernando III ordenó al obispo de Cuenca don Gonzalo Ibáñez (1236 – 1246) que procediera al reparto de tierras entre el concejo de Alarcón y los freyles del Convento de Uclés, quienes, después de numerosas conversaciones, fijaron el mes de septiembre del año 1241, la víspera de la festividad de San Miguel, para proceder a la división de las tierras.
Estaban presentes, además de don Gonzalo Ibáñez, una nutrida representación del Priorato de Uclés con el Maestre de la Orden de Santiago don Rodrigo Iñiguez a la cabeza, seguido de todo su Capítulo, así como los representantes de los concejos de Alarcón y Uclés.
Asisten como testigos 15 freyles de Santiago, 5 de la Orden de San Juan, 2 canónigos que asistían al Obispo, 14 vecinos de Uclés y 18 de Alarcón.

Comenzaron a poner mojones tomando dirección norte a sur, en el río Xigüela (río Gigüela) por la puente de Domingo Pérez, subieron a los alcores de la Sierra Jablameña (Sierra de Almenara), continuaron por Fuente Anaya (Hontanaya, la Fuente del Guadiana), pasaron el Finojoso (Los Hinojosos) hasta el Pozo del Algive (término de Santa María de los Llanos) y terminaron en las Mesas Rubias (Las Mesas) y la Fuente del Espino.
Acordaron que la parte izquierda sería para el concejo de Alarcón y la parte derecha para la Orden de Santiago.

“… y para venir en conocimiento de la extension de términos del Castillo y villa de Uclès, se observa que con orden y mandato del señor don Fernando el Santo, los dividió, (sacado n. 12. y cax. 113. n. 16.) el Obispo de Cuenca don Gonzalo, en la era de 1279 y año de 1241.
Señalando por la parte de Alarcón, por pertenecientes à Uclès, desde Jiguela, hasta la Puente de Domingo Pérez, y la Sierra de Jablameña, aguas vertientes, hasta el fin de la Sierra, y a un collado en la carrera de Fuente Anaya a Guzques, y donde se juntan las carreras, que van al Finojoso, y de allí al Pozo del Finojoso, y a la entrada del campo de Algive, y al Pozo de Algive, por somo de alcoi, y a las Mesas-Rubias, y a la Fuente del Espino; siendo lo de la mano derecha de Uclés, y lo de la siniestra de Alarcón; y en esta partición de términos intervino el Maestre don Rodrigo Yñiguez, y el Capítulo de la Orden.”

[Bernabé de Chaves, Apuntamiento legal … , capítulo 35, pág. 14]

Cuando llegaron al Finojoso los vecinos no podían creer lo que estaba sucediendo, la numerosa comitiva entró por la parte norte del pequeño pueblo, por la carrera que venía desde el cruce de caminos de Gúzquez y Hontanaya, que continuaba por la calle principal del pueblo hasta su parte sur, desde donde arrancaba la carrera que iba hasta la Puebla del Aljibe. Al llegar al pozo que abastecía de agua clara y limpia al pueblo dijeron que este servía de mojón por mitad, es decir, la mitad del pozo para unos y
la otra mitad para los otros. Aún hoy día se puede ver el pozo dividido en dos partes.

Los Hinojosos
Así un pueblo, por decisión del rey y consentimiento del Obispo de Cuenca, Orden de Santiago y concejo de Alarcón, en un solo día, en un solo instante que fue atravesado por la comitiva, se convirtió en dos pueblos. Familias, hermanos, amigos estaban en el pueblo de al lado, tan triste noticia perduró en la memoria de sus habitantes y constituyó un hecho traumático durante siglos.
Con el devenir de los años, el Finojoso que se quedó la Orden de Santiago se dio en llamar Los Hinojosos de la Orden, la parte que se quedó el concejo de Alarcón se acabó llamando Los Hinojosos del Marquesado, debido a que fue propiedad del primer marqués de Villena don Juan Pacheco, habiendo pertenecido en el siglo anterior al infante don Juan Manuel como señor de Alarcón y de Belmonte.

Esta posesión de la mitad de la villa por el marqués de Villena, provocó un grave problema económico y demográfico, debido a las exenciones fiscales que concedía el marqués, muy mejoradas respecto a los diezmos y cobranzas de la Orden de Santiago. Los habitantes de la parte del pueblo que estaba situado en territorio de la Orden, comenzaron a pasarse a la zona del marquesado, de modo que comenzó a despoblarse, y siendo una villa rica se transformó en todo lo contrario.
Al final solo cruzaban la calle los pecheros, los que pagaban los impuestos, quedando en Los Hinojosos de la Orden los hidalgos que, por supuesto, no pagaban absolutamente nada según era la norma.
Esta era la situación a comienzos del s. XVI, en el año 1515, hace de ello 500 años.

Los Hinojosos de la Orden, año del Salvador Nuestro Señor Ihesu Xpo de 1515

Bien entrada la primavera, un jueves 10 de mayo de 1515, los visitadores de la Orden de Santiago, Iñigo López de Perea, caballero de la Orden y Gonzalo García de Monresín, cura de Llerena, llegan hasta la villa de Los Hinojosos de la Orden.
Una vez que se apearon de sus monturas fueron andando hasta la iglesia de la villa, que es de la vocación de San Bernabé, allí son recibidos por los alcaldes ordinarios Alonso Patiño y Pero Ramírez, junto con los regidores Sebastián López y Martín Fernández, el cura Antonio López, freyle de la Orden y numerosos vecinos, entre los que se encuentran Francisco Patiño, Juan de Lara y Felipe de Tapia.

Los Hinojosos tenían una población de 59 vecinos (295 habitantes), una población muy pequeña comparada con las villas santiaguistas vecinas, de ellos son hidalgos 35 vecinos, aproximadamente el 60% de la población gozan de hidalguía, no pagan impuestos ni diezmos, por ello se queja continuamente el comendador de esta encomienda que es un lugar pobre, no hay suficientes diezmos para resarcir su puesto.
Siempre había constituido una encomienda, pero por la falta de vecinos que pecharan, el último comendador Ferrando de Lodares, del que tenemos las últimas noticias en 1508, solicitó al rey Fernando el Católico dejar su encomienda y este la anexó a Villaescusa de Haro, a cuya encomienda pertenece en este año de 1515.

El comendador tenía una casa de encomienda que estaba situada al lado de la iglesia. Era una casa no muy grande formada por una sola pieza, que se había reformado recientemente, con un techado hecho de madera tosca de pino, se habían hecho unas buenas puertas con su cerradura. La casa tenía anexo un corral que estaba cercado, donde se cultivaban unas dos fanegas de cebada.

“Otrosí, visitaron la encomienda de la dicha villa, al qual agora está anexada, por provisyón de Vuestra Alteza, a la encomyenda de Villescusa de Haro.”

La iglesia parroquial

Está bajo la advocación de San Bernabé. Los visitadores entraron a la iglesia por una puerta con dos hojas de madera dotadas de cerradura y llave, está protegida con un portal hecho a colgadizo con madera tosca.
La parte central estaba fabricada de una sola nave, de construcción medieval muy antigua.
En el interior vieron una capilla hecha de buena cantería, toda ella enlucida hasta el arco toral, el techado era todo de madera, muy antiguo. A cada uno de los lados, sendas naves, también con su maderamen en el techo. En el suelo se podían ver sepulturas que pagaban las personas adineradas para poderse enterrar en el interior de ella. Al pie de la iglesia hay una tribuna hecha de buena madera y a su lado otra tribuna más pequeña con unos órganos pequeños.

Al lado de la capilla principal, Gonzalo de Tapia vecino que fue de la villa, mandó construir una capilla colateral, hecha toda de cantería con cruceros de piedra.
Tiene un campanario pequeño al que se accede desde la tribuna, con una campana grande y otra mediana.

Los Hinojosos
El cura de la iglesia era el freyle de la Orden de Santiago Antonio López, que había sido nombrado por Álvar López Becerra, administrador que fue del Convento de Uclés.
Un asunto importante es que ya, en 1515, hace 500 años, había libro de bautizados ya que los visitadores lo solicitaron y el cura lo entregó, quiere decirse que debería estar en el archivo parroquial, si no se ha perdido, por tanto se podrían consultar nacimientos desde hace 500 años.

El cura también entregó el libro de los confesados de cada año, que envía más tarde al Prior de Uclés. Hacer este libro era de obligado cumplimiento para los curas de las villas santiaguistas, las normas del Priorato de Uclés, obligaban confesarse a las personas que vivían en sus territorios, al menos una vez al año, así que el cura debía anotar en un libro los que no lo hacían, para más tarde enviarlo al Prior quien castigaba con una pena, normalmente monetaria, a los que no lo cumplían, pero, a veces, se daban condiciones extremas y eran penados con la excomunión.

El visitador Gonzalo García de Monresín, cura de Llerena, se puso una sobrepelliz y se acercó al Santo Sacramento. El Sagrario hecho de yesería estaba situado en el Altar Mayor, metido en la pared, con sus puertas, cerradura y llave. Dentro había un cofre con llave, en su interior una forma puesta sobre corporales en un relicario de plata.
Preguntó al cura que cada cuánto tiempo renueva el Corpus, le dijo que cada diez días, lo que le pareció bien.

En la capilla principal, en el Altar Mayor, había una imagen de Nuestra Señora, vestida con una camisa bordada de negro y una faldilla de zarzahán morisco con tocados (1).
En el mismo Altar, un retablo pequeño de madera muy antiguo. El Altar se tapaba con un frontal (2), también de zarzahán, que había regalado a la iglesia Fernando el Católico, también se había colocado una buena sábana y una palia.

(1) Zarzahán, tela de seda delgada, como el tafetán con lista de colores, muy usada por los moriscos.
(2) Frontal o antependium, es una cubierta de madera o tela decorada que sirve para cubrir y decorar los altares por el frente y costados, desde la mesa del altar hasta el suelo.

En la capilla de Gonzalo de Tapia se había colocado un retablillo pintado, hecho de madera, había una sábana con una cinta de grana e hilos verdes, un frontal de lino con un rodapié colorado y verde, y, debajo de éste, otro frontal de lienzo morisco, una alfombra a los pies del Altar, delante una imagen encima de la sepultura del fundador de la capilla.
La entrada de la capilla se protege con una reja de madera, en el interior se ha colocado un cuadro representando la Quinta Angustia y otras devociones.

Se acercaron a la pila de bautizar que estaba debajo de la tribuna, estaba cerrada con un cobertor de madera, con una sábana encima. No disponían del óleo y crisma.

La iglesia tenía los siguientes ornamentos de plata, alguno de gran valor sentimental puesto que había sido donado por el rey Fernando el Católico:
Una cruz que se había reparado después de la última visita, tenía un peso de siete marcos, seis onzas y un real (1,786 kg de plata) (3).

(3) Marco, 230 gr de plata. El marco equivale a 8 onzas o 67 reales.

Una Custodia de plata pequeña donde se guardaba el Corpus, que regaló Fernando el Católico a la iglesia, con un peso aproximado de un marco.
Un cáliz de plata con su patena, con el vaso dorado, pesa dos marcos.
Otro cáliz de plata con su patena, que se ha llevado a reparar a Belmonte porque estaba a punto de romperse el pie. Los visitadores mandaron al mayordomo de la iglesia que pague el reparo y lo traiga enseguida. El cáliz pesará un marco y medio y dos reales y medio (353,6 gr de plata), se tiene que pagar la hechura que va a ser seis reales y medio, más la plata que añada el platero en la reparación. Le ordenan que traiga relación firmada, por el platero, de la plata que ha añadido al cáliz.
Una patena de plata que pesa medio marco.
Un incensario de plata que se había gastado por la cruz y se ha tenido que hacer hace poco tiempo.

Las casullas y ornamentos para el culto eran de ricas telas de sedas y zarzahanes, con bordados en oro y cintas de colores, telas de Bretaña, pero entre ellos destaca una casulla de damasco morado, totalmente nueva, que donó la reina doña Isabel, de gloriosa memoria, porque para este año de 1515 ya hacía tiempo que había fallecido.

“Otra casulla de damasco morado, nueva, la qual dio la Reyna doña Ysabel, nuestra señora de gloriosa memoria. ”

La iglesia era poseedora de numerosas tierras de trigo y cebada, con el dinero que se obtenía, después de vendido el producto, se cubrían las necesidades de la iglesia, aceite, cera, etc, más para la fábrica y reparación de la misma. Sería prolijo numerar aquí todas ellas, con sus límites y personas vecinas, si en algún momento me lo solicitan no tengo inconveniente en relacionarlas, pero de momento citaré algunos de los topónimos que se usaban en Los Hinojosos hace 500 años:
Desde Los Hinojosos salían caminos directos a Uclés, Villamayor de Santiago, Villanueva de Alcardete, El Quintanar, La Mota, El Pedernoso y sendas a Villaverde, Gúzquez (4), al Cerro.

(4) Gúzquez y Villaverde, despoblados que estuvieron situados entre Villanueva de Alcardete y Villamayor, en la Edad Media.

El Membrillarejo estaba por encima de la senda de Villaverde, lindaba con el Cerro Luengo y el carril del Gredalejo.
El Castillo Viejo pegado al camino de Villanueva de Alcardete.
El Cerro de la Horca, donde probablemente se ajusticiaba a los malhechores.
La Senda del Aliagosa, probable zona cubierta de aliagas (la genista de Juan Manuel Serrat en la canción Mediterráneo, de color amarillo).
El camino de la Labosa, zona al suroeste del término municipal lindante con el término de La Mota, ya que en los manuscritos de ella también aparece ese topónimo. Es la zona donde tuvo tierras la familia del Juan Haldudo, personaje que aparece el capítulo IV del Quijote.
El Pozo Quadrejón, situado a la mano izquierda del camino de la Labosa.
El Cerrillo de las Eras, situado cerca del camino de La Mota, al lado derecho del camino que va al cerro una vez que se atraviesa la Acequia.
El Alto, situado a la mano derecha del camino de La Mota.
El Donadío situado detrás de una tierra de guindos de Juan Rubio.
El Xamargín (Jamarguín). El Regatero. La Fuente Tarancón.
La Cañada de las Mohedas, situada a mano derecha del camino del Pedernoso.
El Blancar en el mismo camino anterior.
La Rambla situada bajo la sendilla que atraviesa la Acequia y llega hasta el Cerro de San Cristóbal, cerro situado cerca de la ermita de San Cristóbal. Más adelante estaba el Cerro Aliagar (también cubierto de aliagas o genistas).
Las Callejas.
El camino del Cerrubio y el de Cogevente (coje y vente).

La sacristía también era poseedora de algunas tierras que se entregaban al sacristán para contribuir en aumentar su sustento. Aquí encontramos el topónimo de la Gallega, cerca de las tierras del comendador.

El beneficio curado, es decir lo que dejaban al cura para su manutención, también tenía numerosas tierras. Indicamos aquí algunos de los topónimos que aparecen en ellas:
El Camino Real pasaba por el término de Los Hinojosos hace 500 años, estaba hacia el camino de Villamayor.
El Portachuelo, situado cerca del Donadío.
El Rubillo.
Navablanca, situada en el camino de La Mota, que llega hasta el río y sube hasta el Monte.
El Albadí, nombre de procedencia eminentemente árabe, que demuestra que la zona de Los Hinojosos, La Mota y Santa María de los Llanos estuvo poblada por musulmanes antes de la Reconquista y no era una tierra vacía como se especula.
Por el término de Los Hinojosos pasaba el camino que iba desde Belmonte a El Toboso.
También se encontraban cerca las llamadas Eras del Marquesado.
La Senda de las Paredes.

El mayordomo de la iglesia y las cuentas

Terminada la visita de la iglesia, mandaron llamar al mayordomo de la misma que era el vecino de Los Hinojosos Alonso Patiño, ya llevaba con el oficio desde la última visitación que se produjo en el año 1511, es decir 4 años, para pedirle las cuentas de lo que había recibido y gastado en este tiempo.
Estaban presentes, como testigos, el alcalde de Los Hinojosos Pero Ramírez, los regidores Sebastián López y Martín Fernández, y el cura Antonio López, además de ciertos vecinos.

En la última cuenta que habían tomado los visitadores pasados, el año de 1511, tenía líquido la iglesia 6.641 maravedís, más 137 fanegas y 7 celemínes de cebada (4.430,90 kg) (5) que se vendieron, más cierto ganado que entregó el escusado de la iglesia (6) y que también se había vendido, más el bacín y el dinero cobrado de las sepulturas de la iglesia, más algunas cosas menudas, montó una cantidad de 17.714 maravedís.

(5) Fanega de cebada, 32,205 kg. Una fanega equivalen a 12 celemínes.
(6) Dezmero escusado, era la persona de la villa que más tenía en tierras, ganados y productos que contribuía con la mayor cantidad de diezmos a la iglesia.

Después mostró las cuentas de los gastos que había realizado, que fueron: reparar la cruz de plata, reparar las tejas del tejado de la iglesia, reparos generales del mismo y echar caballetes nuevos, reparar la escalera de la torre del campanario más la madera que compró para ello, cera para el Altar, reparar el cáliz que estaba quebrado.
Supuso, todo ello, un gasto de 15.908 maravedís y medio.

Así que la diferencia entre lo recibido y gastado fue de 1.805 maravedís y medio, pero encontraron que el mayordomo había cobrado, a Diego de Perea, 400 maravedís por una sepultura que no era suya, de modo que descontando ésto, quedó líquido 1.405 maravedís y medio.

De trigo, había recibido Alonso Patiño, en el año 1511, 85 fanegas y 10 celemínes (3.712,90 kg) (7), más lo del escusado, los terrazgos (8) y diezmos de las tierras durante los años pasados de 1512, 13 y 14. Sumó todo el trigo 188 fanegas y 6 celemines (8.153,90 kg).

(7) Fanega de trigo 43,257 kg.
(8) Terrazgos, alquileres de las tierras de la iglesia.

De cebada y centeno había recibido Alonso Patiño, por los mismos conceptos anteriores, 168 fanegas y 8 celemínes de cebada, de las que se descontaron 137 fanegas y 7 celemínes que vendió y que están contadas en la cuenta anterior del dinero, así que quedan líquidas 31 fanegas y 1 celemín de cebada (1.001 Kg).
De diezmos de garbanzos se le contaron 23 celemínes y medio, de los cuales había vendido 6 celemínes, así que le quedó líquido 1 fanega y 4 celemínes y medio.

Mandatos que dejan al mayordomo

Ordenan que en un plazo de 9 días entregue a la iglesia el dinero y cereales, una vez vendidos, el dinero que se obtenga lo ha de emplear en:
Comprar dos albas con sus estolas y manípulos.
Hacer una reja de madera para la pila del bautismo, que tenga su cerradura y llave.
Hacer un retablo para el Altar Mayor de la iglesia que cueste unos 40.000 maravedís.
Todo debe de estar hecho en un plazo de un año, sino fuese así se le impondrá una pena de 2.000 maravedís que se usarán en la fábrica de la iglesia.
Los visitadores le dejaron nuevamente en el oficio de mayordomo y este juró su cargo.

La capellanía de Elvira de Perea

Había sido instituida en la iglesia parroquial, con cargo que se dieran tres misas cada semana, serían los patrones de ella los herederos de Elvira de Perea, siempre el hijo mayor.
Estaba a su cargo el clérigo Alonso Rodríguez, perteneciente a la Orden de San Pedro, a quien habían puesto en el oficio los patrones de la capellanía, una vez que solicitaron el permiso correspondiente al Prior de Uclés, puesto que él tenía la potestad de nombrar el clérigo para el servicio de la dicha capellanía.
Tenía algunos ornamentos de plata, vestidos para el culto, libros, etc, entre los que destacaban:
Un cáliz de plata con su patena, que pesa un marco y medio.
Unas vinajeras de plata que se las llevó al platero para arreglarlas, la patronera de la capellanía Teresa de Llerena, nunca más volvieron, pero sus herederos han entregado bienes equivalentes al nuevo patrón, Gonzalo de Tapia, para que haga unas nuevas.
Una palia que se llevó el patrón Gonzalo de Tapia a Alcazar de Consuegra (actual Alcazar de San Juan), donde vive, que es un paño de lienzo con unas ruedas de oro bordadas.

Entre las tierras y posesiones que están donadas para el mantenimiento de la capellanía, todas en Villamayor, hay topónimos verdaderamente curiosos:
Tiene un molino que se llama el Añador, en la ribera del Xihuela (Gigüela), que es de dos ruedas, situado en el término de Villamayor, que renta a la capellanía cada año 45 fanegas de pan (9), descontada la cuarta parte que pertenece al comendador de Villamayor.

(9) Pan, se llamaba así, en la Edad Media y siglo XVI, a los cereales trigo y cebada, que se usaban para fabricar el pan.

Este molino tiene una historia curiosa que merece la pena contarla aquí:
Dicen que un tal Alonso Ramírez y el comendador de Villamayor rompieron su presa, hace como unos siete u ocho años. No contentos con eso, hoy día, los criados de Alonso Ramírez ahondaron los arcos del puente del molino, para que no se retuviese el agua y no pudiera moler, de este modo pensaba, el tal Ramírez, conseguir que se lo dieran a censo más barato del precio que está ahora, pero conociéndose este hecho no se lo han querido conceder. Así que el molino se ha quedado sin reparar por culpa del patrón Gonzalo de Tapia, por estar ausente en Alcázar.
Antes que se rompiese, por estos malhechores, molía 95 fanegas cada año (4.109 kg de trigo).

Tenía numerosas tierras alrededor del molino, linde con la dehesa de Villamayor, linde con el socaz y el caz del dicho molino, con el puente, con la serna del comendador, varias islas, una de ellas que se usa para plantar cáñamos.

Construcciones públicas hace 500 años

Hospital

Uno de los edificios públicos de segundo término que existía en Los Hinojosos hace 500 años era el Hospital de Pobres.
Todo el ajuar, tanto de ropa como su aparejo, había sido donado por Elvira de Perea y su nuera Teresa de Llerena, pero en este año de 1515 se encontraba en unas condiciones pésimas, todos los bienes se habían perdido o destruido y los pobres habían sido echados fuera del Hospital por mandato del concejo.

El ayuntamiento había considerado más prioritario tener una herrería, pareciéndoles bien que fuese en el edificio del Hospital, así que, hace cuatro años en 1511, desmantelaron todo lo que allí había y, como tenía dos estancias o casas, colocaron en una a un herrero con su fragua para que sirviera con su trabajo al dicho concejo y la otra la cedieron al pregonero de la villa. Los pobres que venían de fuera, que llegaban hasta el Hospital para pedir albergue, no encontraban sitio alguno que les acogiese, ni les hiciese caridad alguna.
Uno de los motivos de este atropello era que había sido nombrado patrón del Hospital Gonzalo de Tapia, vecino que fue de la villa pero que se fue a vivir a Alcázar de Consuegra como ya se refirió, por este motivo no hay persona que cuide de que se haga el mantenimiento adecuado y vigile que se procure todo lo necesario para que se cumpla el fin para el que fue hecho, el de dar albergue, comida y atención a los pobres que lleguen hasta él.
Los visitadores, viendo y juzgando todo lo que había sucedido, pusieron por
mayordomo a Felipe de Tapia, el hermano de Gonzalo, al que le encomendaron que cumpliese con dicho oficio, que mandase retirar la fragua del interior del Hospital y que hiciese salir al herrero y pregonero, de manera que quedase completamente libre de todo lo que el concejo había puesto y, una vez despejado, se utilizase nuevamente para acoger a los pobres, además de comprar ropa para atenderlos.

Los visitadores condenaron y pusieron de pena al concejo 1.500 maravedís, por los cuatro años que se habían aprovechado del Hospital, por la desobediencia y poca caridad que habían mostrado, y a los alcaldes y regidores que son y habían sido desde el año 1512 hasta hoy, una pena de 680 maravedís, haciéndose relación de los nombres de todos ellos en una copia que se adjuntó con el informe de la visita.

“En pena de la desobediençia e poca caridad del conçejo e ofiçiales de él, condenaron al dicho conçejo por quatro años que se avían aprovechado del dicho ospital, en mill e quinientos maravedís, e a todos los alcaldes e regidores que avían seydo desde el año de doze fasta oy, en seysçientos e ochenta maravedís, los nonbres de los quales quedaron en copia, que montó, la dicha pena, dos mill e çiento e ochenta maravedís …”

La pena impuesta a los oficiales del concejo ascendió a la cantidad de 2.180 maravedís, que ejecutaron en sus personas y bienes antes de salir los visitadores de la villa. Este dinero se lo dejaron en depósito a Felipe de Tapia y le ordenaron que lo gastase en reparar las dos casas del Hospital, en la forma siguiente:
La casa donde estaba la herrería que se suba el suelo de la misma añadiendo tierra, porque había quedado muy hondo por el trabajo del herrero, que haga una tapia en la parte que da a la calle, que ponga unas puertas nuevas.
Después de hecha la reparación de las casas, con el dinero que sobrase, compre ropa para hacer camas.
Mandaron que elija una persona que haga de hospitalero y que, con caridad, reciba a los pobres que lleguen hasta él, dándoles albergue y ayude en sus necesidades.
Dieron de plazo, a Felipe de Tapia, dos meses para hacer todo lo que le habían mandado, con pena de 2.000 maravedís para la obra del Hospital si no lo cumpliese. Felipe de Tapia aceptó el cargo y prometió cumplir todo lo mandado en el plazo que le dieron.

El horno de poya

Nadie se asuste por la expresión, no se conoce con exactitud el porqué del nombre tan curioso a nuestra utilización hoy día de las palabras, tengo el convencimiento que el nombre deriva del poyo o poyos que se construían dentro del recinto del horno, para colocar el pan después de horneado, a veces para amasar y separar el pan antes de introducirlo al horno, por eso, debido a estos poyos, se llamarían hornos de poya, al pan cocido en él pan de poya y al pago por el uso del horno impuesto de poya.

Desde la Edad Media se instalaron en las villas para que los vecinos llevaran su pan a cocer allí, estaba prohibido hacerlo en las casas particulares o en cualquier otro lugar. La propiedad era de la Orden o del comendador de la villa, a veces se rentaba al concejo o a algún particular, aprovechándose de las rentas que producían y controlando la fabricación de uno de los alimentos básicos de la época, el pan.

En Los Hinojosos, hace 500 años, había un horno de poya que era propiedad de la encomienda para que los vecinos cocieran allí su pan.
Estaba situado muy cerca de la Plaza, no muy bien cuidado, cuando se acercaron los visitadores a verlo encontraron que estaba caída una de las paredes junto al horno, de modo que había afectado a la chimenea, así que se tenía que reparar ésta para que no se quemara la casa entera.
Se llamó al albañil Martín Gallardo para que tasara la reparación de todo ello, que lo hizo en 963 maravedís, se mandó al mayordomo de la encomienda que lo hiciese reparar en un plazo de tres meses, bajo pena de diez ducados para redención de cautivos si no lo hiciera. Este mandamiento se puso, junto con otros de la encomienda, en la visita de la encomienda de Villaescusa de Haro a la que pertenecía el horno de poya.

Tierras y diezmos de la Encomienda de Los Hinojosos, ahora de Villaescusa

Tiene esta encomienda los diezmos de ganados de un dezmero escusado, que suele valer cada año unos 1.000 maravedís.
Tiene el diezmo de pollos, lechones, ansarones, hortalizas, legumbres, cáñamos, las aceitunas de los muros adentro de la villa.
De cada vecino pechero recibe 6 maravedís por el humazgo. Este era un impuesto, básicamente, por la vivienda, cada vecino que tenía una casa, por tanto una chimenea en su interior para cocinar, pagaba este impuesto, por eso se llamaba de humazgo, por el humo que salía de cada chimenea.
El retajo de la carnicería, se paga una blanca (10) por cada cosa que se viene a vender en la dicha villa.

(10) Blanca, moneda equivalente a 1/2 maravedí.

También se había concedido al comendador, el derecho de sacar de la dehesa dos carretadas de leña.
Tenía de posesión cinco tierras: una que es linde con otra de Gonzalo Patiño y con la Abadía, otra en el Tajadar linde con García Ruiz y Diego López, otra en el Pozo las Eras linde con el Ejido, con Mejía y Alonso Patiño, otra camino del Quintanar linde con la Abadía y Gonzalo García de don Juan, y la otra linde con el dicho camino, Rodrigo Llorente y Ortega.

Estaban valoradas las rentas de la encomienda en 5.000 maravedís.

Rentas de la Mesa Maestral

Pertenecen al Maestre de la Orden de Santiago, es decir a Fernando el Católico como Administrador ya que se había eliminado la figura del Maestre, lo siguiente:
Los diezmos de pan y vino.
Los diezmos de ganados mayores y menores, los de menudos, los de borricos, potricos y becerros.
Los diezmos de collazos.
Cada año suelen valer los diezmos 700 fanegas de trigo, cebada, centeno, avena y escaña; 100 arrobas de vino; 70 cabezas de ganado lanar y cabrío, que suelen valer estos menudos unos 1.000 maravedís.

No se ha construido casa de bastimento para guardar el pan y el vino, cuando, por ejemplo, en La Mota y en Villamayor ya se habían hecho.
Los diezmos que se recogen se guardan en cámaras alquiladas a los vecinos, como era costumbre en las villas de la Mancha Santiaguista antes de la construcción de las Tercias Reales, esto producía mucho daño a las rentas del rey, porque los renteros no querían tomar los diezmos, ya que acusaban a los vecinos que alquilaban las cámaras que se quedaban con parte del producto, y los vecinos que eran acusados y puestos en pleito por
los renteros, tenían tendencia a abandonar las villas al perder parte de su hacienda a consecuencia del pleito.

Los visitadores enviaron informe al rey Fernando para que provea lo que sea su voluntad.

“No ay, en la dicha villa, casa de bastimento para poner el dicho pan, antes se alquilan cámaras por la Orden, de lo qual Vuestra Alteza reçibe daño e deserviçio. Pónese por relaçión para que Vuestra Alteza mande proveer lo que fuere su serviçio.”

Las ermitas

Decir que existen blogs de personas que hablan sobre las ermitas de San Antón y San Sebastián, donde se ponen fechas de fabricación y existencia de las mismas que están confundidas, también se hacen reconstrucciones de la ermita de San Sebastián, el antiguo templo dedicado al dios de la fecundidad, que no es correcto, ver descripción de la misma y su techado en este relato, más adelante.

San Andrés

Hay una ermita que llaman de San Andrés, situada a una legua de distancia de Los Hinojosos (5,6 km) en dirección suroeste, en el límite con el término municipal de La Mota, en el lugar que llaman las Labosas.
Está fabricada de buenas tapias de tierra, es de una sola nave, cubierta con buena madera de pino cepillado hasta la mitad de ella, según se mandó en la visita de la Orden pasada, falta por cubrir la otra mitad. En la entrada se han puesto unas puertas nuevas con su cerradura y su llave.
Tiene una campana mediana.
Tiene un altar, con un frontal y unos manteles que donó Alonso de Marcos, donde están puestas unas imágenes de talla medieval muy antiguas.

La ermita era poseedora de numerosas tierras que le proporcionaban buenas rentas. En la visita pasada de 1511 se pudo comprobar que las tierras no estaban apeadas, así que se había mandado a Diego de Perea, el mayordomo de la ermita, que lo hiciese lo antes posible, pero este no lo hizo, por lo que se había mandado de nuevo a Bartolomé López de Asensio y a Bartolomé Fernández que lo hicieran inmediatamente y fue hecho.

En la visita pasada los visitadores habían dejado en el oficio de mayordomo de la ermita a Diego de Perea. Cuando llegaron ahora los visitadores, encontraron que había fallecido, habiéndole sustituido su mujer e hijos, a quienes pidieron las cuentas las de los hijos menores, a su institutriz Mari Cobarde. Se habían recaudado 11.611 maravedís.

Diego de Perea, mientras vivió, y después sus hijos, habían gastado dinero en cubrir la mitad de la ermita, para ello habían comprado:
7 docenas de ripia. (11)
21 tirantes de a trece pies. (12)
4 vigas grandes para madres. (13)
Teja, clavazón y tierra para cubrir el techo. (14)
Entregaron 4.500 maravedís a los maestros que estaban haciendo el techado.
Los gastos de materiales anteriores, los de los maestros, junto con otras cosas que fueron necesarias para cubrir el tejado, sumó un total de 9.098 maravedís, así que se llevó la mitad del gasto en materiales y la otra mitad en mano de obra.

(11) Ripia, tablas toscas rectangulares, que se clavaban en los tirantes y servían para cubrir el techado.
(12) Tirante, viga de madera que se instala entre los muros para contrarrestar el empuje transversal que producen los pares sobre él, evitando que se derrumbe. Pares, vigas de madera que van desde la jácena hasta la viga que se instala encima del muro, formando el techado. Pie, medida de longitud equivalente a 27,8635 cm, así que el tirante del texto tenía una longitud de 3,62 m.
(13) Vigas madres, son las jácenas, las vigas maestras que recorren longitudinalmente el punto más alto de la ermita y donde apoyan los pares, sujetándose a ellas mediante clavos.
(14) Sobre el techado de madera, así construido, se solía extender una capa de tierra, con objeto de cubrir los huecos y grietas que dejaba la ripia, para que no pudiera penetrar el frío y la lluvia. Sobre la capa de tierra se instalaba, finalmente, la teja.

Quedó de alcance, diferencia entre lo recibido y lo gastado, 2.309 maravedís, más 10 fanegas de trigo y 11 fanegas y 4 celemines de cebada que aún no se habían vendido, más el terrazgo que está alquilado este año a Alonso de Marco, vecino de Los Hinojosos, en 20 fanegas de pan por mitad, es decir, 10 fanegas de trigo y otras 10 de cebada.
Mandaron que todo se entregase a Bartolomé Fernández a quien nombraron nuevo mayordomo, quien juró su cargo.

Le entregaron nuevos mandamientos:
Que hiciese enlucir y solar de yeso toda la iglesia.
Que mandase hacer una reja de madera delante del Altar, que tenga cerradura y llave.
Que mande hacer unos poyos en la capilla que llegasen hasta la puerta de la ermita.
Le impusieron un plazo de seis meses para terminar las obras, bajo pena de 500 maravedís, si no lo cumplía, para las obras de la dicha ermita.

San Antón

Fuera de los muros de Los Hinojosos (es posible que aún en 1515 quedaran restos de la antigua cerca medieval, que debió cerrar la villa, como sucedió en tantas otras de la Mancha Santiaguista) se encuentra la ermita bajo la advocación de San Antón, muy vieja y en mal estado de conservación, muy dañada por los elementos.
Estaba situada en el lugar que actualmente ocupa la ermita de las Tres Civilizaciones.
Tiene una capilla de tres naves con un techado de madera muy tosco, el edificio es de fabrica muy pobre. En el Altar están varias imágenes de talla medieval muy antiguas.
La nave es muy angosta y en el hastial han hecho un campanario hace poco tiempo. El tejado está muy mal reparado, las puertas son viejas y están malas. Los cimientos están socavados, el agua los ha ido minando y están a punto de dejar sin apoyo a los muros.
Es una ermita con pocas posesiones de tierra, por eso no hay mucho dinero para mantenerla, recibía 19 fanegas y 4 celemines de trigo y 9 fanegas y 5 celemines de cebada, del terrazgo y diezmos.

El mayordomo que cuida de ella es Gonzalo Chacón, vecino de Los Hinojosos, desde el tiempo de los visitadores que realizaron la visita en 1511, desde esa fecha ha recibido 1.068 maravedís.
Ha gastado en este tiempo 1.126 maravedís, en reparar la ermita, en poner algo de teja, en comprar aceite para la lámpara, y otras cosas que había anotado y mostró a los visitadores en su libro de gasto. Así que le debe la iglesia 58 maravedís.
Por ser hombre honesto los visitadores le renovaron en su oficio de mayordomía.

Le mandaron que venda los cereales que había recibido del terrazgo, a los precios que valen en este año de 1515, que eran:
El trigo a 3 reales y 28 maravedís la fanega. La cebada a 2 reales.
Con el dinero que recibirá por su venta, le mandaron que cobre los 58 maravedís que le debe la ermita, que repare el hastial que está muy estropeado, que compre un frontal de guadamecí (15) y una sábana para cubrir el Altar, que compre una llave para la puerta y repare la teja rota.
Le concedieron un plazo de 9 días para hacer todo lo que le mandron, bajo pena de 2 ducados para la obra de la ermita si no lo cumplía.

(15) Guadamecí, piel de carnero tratada y curtida que se adornaba con relieves, dibujos pintados o dorados.

San Sebastián

Es una ermita situada cerca de la villa, en el Cerro de la Hontanilla, construida sobre las ruinas de un santuario muy antiguo donde se daba culto al dios de la fecundidad, representado por numerosas esculturas fálicas.

Sanutario en Los Hinojosos
Es una nave larga de tres tapias de alto (unos 2,5 m de altura) construidas sobre su cimiento. La mitad de la ermita está cubierta de buena madera de pino y el resto de ella descubierta.
Tiene un Altar muy pobre y mal adornado, con una imagen de San Sebastián.
No tiene posesiones ni renta alguna, tampoco se pasa el bacín en la iglesia de Los Hinojosos para pedir por ella, así que nombraron a un mayordomo, Bartolomé Ruiz, vecino de la villa, para que lo hiciera de ahora en adelante.

Los visitadores, al repasar las rentas de la ermita, encontraron que Francisco de Molina, vecino de la villa que estaba presente en la visita de la ermita, le debe ocho carretadas de yeso. Tiempo atrás había sido condenado por el alcalde mayor, así que los visitadores le mandaron que se fuera directamente a la cárcel y no saliera de ella hasta que repusiera el dicho yeso. Francisco de Molina entregó a Bartolomé Ruiz, como señal, una buena alfombra hasta que entregara el yeso.

También debía 85 maravedís el escribano García Ruiz, que los entregó en ese momento al mayordomo.
Mandaron al mayordomo que ese dinero y lo que más hubiere lo gaste en cubrir la otra mitad de la ermita que falta por hacer.

Aquí termina el recorrido por esta villa Santiaguista en el año de 1515, un breve instante, una fotografía de un momento de hace, ahora, 500 años.

Datos tomados de [AHN,OM,UCLÉS,L.1076]

Dedicado a Elena y Francisco Javier Lillo Gismero, que siguen mis escritos e
investigaciones con mucha atención y entusiasmo, porque sé que apreciarán este en particular ya que Elena, como el de la película que tenía 8 apellidos vascos, tiene 8 apellidos hinojoseños o pucheriyos.
Me consta que forman un matrimonio donde existe mucho amor y respeto, por eso les aprecio, y les comparo con el mío donde también existe el amor y el cariño.
Con mis mejores deseos para ambos.

Por: Enrique Lillo Alarcón
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