Los indios del Cauca

Autor: Enrique Lillo Alarcón
ISSN 2386-5172 - Serie: XVI-50
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Enrique Lillo Alarcón
Autor: Enrique Lillo Alarcón

Uno de los próximos libros, si Dios me da fuerza y salud, que titularé Sueño de El Dorado. Francisco de Cayzedo, un conquistador de Mota del Cuervo, sigue avanzando despacio, pero sin dejar de escribir cada día un poco.

Francisco de Cayzedo, natural de Mota del Cuervo, acompañado de su amigo Diego Delgado, natural de Villanueva de Alcardete, hijosdalgos, probablemente convencidos por el primo hermano de este último, el capitán Juan de la Peña Montoya, llegaron a Cali y Popayán en el naciente Reino de Nueva Granada, en el momento que el conquistador Sebastián de Belalcázar estaba afianzando su gobierno en estas tierras y se estaba separando del de Francisco Pizarro.

Una apasionante historia de la familia Cayzedo de la que mostraré sus riquezas y sus logros en la alta sociedad de Nueva Granada y las ciudades de Cali y Popayán. A continuación un relato de lo que encontraron al llegar al Valle del Cauca.

Los indios del Cauca

Don Francisco de Arobe y sus hijos, caciques de Esmeraldas. Museo del Prado

Los indios del Cauca[1]

Cuando Francisco de Cayzedo llego a los valles del Cauca el territorio estaba ocupado por diversas tribus antropófagas que vivían en casas juntas y muy próximas; peleaban frecuentemente entre sí los de la llanura y las sierras que fue causa de quedar muy diezmados. Comían la carne de los enemigos vencidos y disponían de armas, arcos, bastones y macanas[2], grandes lanzas y dardos a los que ponían curare en su extremo, el veneno de origen vegetal con que los indios impregnaban dardos y cerbatanas, que causaban parálisis progresiva y producía la muerte cuando las toxinas alcanzaban los músculos respiratorios.

En la parte izquierda del Cauca, hasta el mar, vivían los calocotos bajo el mando del caique Calambás. A ambos lados del Cauca, al que también se llamó Río Grande, como el Magdalena, los indios aguales. Por el sur vivían los timbas, valientes guerreros, en tierra de muchos cultivos; cerca de ellos los atuncetas, de costumbres parecidas a los timbas.

Las ásperas sierras a ambos extremos del Valle del Cauca las habitaban muchas tribus, gorrones, chancos, guanacas, pijaos, que vivían en chozas pequeñas, rodeadas de palos para evitar el ataque de los tigres por la noche, otros tenían las casas sobre los árboles, muy grandes, donde vivían muchos moradores; gozaban de muchas frutas y cultivos, se alimentaban de cerdos, pavas, faisanes y mucho pescado; desde la sierra bajaban hasta el océano a buscar sal marina, por la zona de la bahía de Buenaventura.

La parte más meridional del valle del Cauca la ocupaba una tribu que regía el cacique Jamundí, de quien tomó el nombre el río principal de aquel lugar. Los jamundíes trataban con los timbas y tenían mucho oro.

La tribu más numerosa de la llanura occidental la gobernaba el cacique Petecuy, que vivía en terreno elevado, en una amplia vivienda donde tenía colgadas más de cuatrocientas pieles de indios, rellenas de ceniza, a modo de embutido, cuya carne había sido consumida en extraordinario manjar en su corte. Otras casas mostraban trofeos de enemigos vencidos en menor número, principalmente de extremidades, que habían comido y mostraban como honra de haber matado gran número de enemigos. Las mujeres también participaban de las luchas tribales y de los banquetes con la carne de los enemigos vencidos.

Fuera de las casas tiene puestas por orden muchas cabezas, piernas enteras, brazos, con otras partes de cuerpos, en tanta cantidad que no se puede creer. Hacían carnicerías solo para disfrutar de ese alimento[3]

Los ríos llevaban mucho oro. Hombres y mujeres llevaban clavos retorcidos de oro, que atravesaban las narices, llamados caricuries, algunos tan gruesos como un dedo. Lucían gargantillas de oro y en las orejas, anillos retorcidos y otras joyas. Los hombres se cubrían con una pequeña manta de algodón por delante y por detrás; las mujeres con mantas de algodón que envolvían desde la cintura abajo; se ataban con ramales de cuentas de hueso blancas y coloradas, llamadas chaquiras.

Se casaban con las hermanas y sobrinas, siendo los herederos los hijos de la mujer principal, para asegurar así le descendencia verdadera, fuera de infidelidades, pues eran polígamos. Cuando estaban enfermos se bañaban y tomaban algunas hierbas medicinales cocidas.

Todas estas tribus recibieron el nombre genérico de gorrones, porque cuando ofrecían pescado lo hacían voceando ¡gorrón!, ¡gorrón!, aunque en realidad los conquistadores llamaron con ese nombre a las tribus alrededor de Roldanillo[4]. Esta provincia de los gorrones era muy fértil en maíz y otros productos de alimentación; comían el maíz tostado o cocido y apenas lo molían en piedras para hacer chicha; los atuncetas hacían una masa de él y lo comían a modo de bollos; por eso decían que eran más fuertes que los de Lili. También se llamó Valle de Lile o Lili a parte del Valle del Cauca.

Tenían sus pueblos extendidos a trechos por las faldas de la cordillera occidental que miran al valle, entre los que corrían ríos de buenas aguas. Las casas juntaban de diez en diez y de quince en quince; eran grandes y redondas, con la techumbre cubierta de paja. Tenían mucho oro de pocos quilates, del fino poco.

Apartados del río grande, el Cauca, de dos a tres leguas, bajaban a él a pescar y en sus lagunas, de donde volvían con gran cantidad de pescado que asaban.

De una gran laguna que está pegada a este pueblo, habiendo crecido el río, se hinche, la qual tiene sus desaguaderos y flujos; quando mengua y baja, matan en esta laguna infinidad de pescado muy sabroso

Estos indios eran de cuerpo mediano y vestían como ya se ha referido. Carecían de ídolos y los conquistadores no les encontraron casa de adoración. Cuando moría un principal de la tribu, envolvían su cuerpo en mantas de tres varas de largo y dos de ancho (2,5 x 1,7 m), las ataban con cuerdas hechas de ramales y entre las mantas ponían joyas de oro; ese fue motivo que se profanasen la mayor parte de cementerios en los primeros tiempos de la conquista. Fueron tantas las guerras entre naturales, y más tarde con los españoles, que un pueblo que habitó junto al país de los gorrones y entre las barrancas del río, desapareció.

Acostumbraban a hacer fiestas a las que invitaban a otras tribus o a los súbditos de un cacique, sobre todo en aniversarios fúnebres. Tras consumir comida y abundantes licores, por la tarde salían a jugar a cañas[5]. Un principal salía con una hueste de cincuenta hombres, y otro, con otros tantos, con sus rodelas muy bien hechas y pintadas, con sus cerbatanas y tiraderas[6]. Colocados en sus puestos combatían unos con otros como en los torneos de caballeros medievales, y se tiraban como si fuesen enemigos de verdad, y así pasaban toda la tarde. Al finalizar salían algunos heridos y otros muertos, pero no había pena para el que mataba a otro, todos acababan como amigos.

A todos estos peligros, se tuvieron que enfrentar nuestros conquistadores que llegaron de la Mancha, una selva implacable y húmeda, con jornadas largas y duraderas, hambre, miedos, sonidos desconocidos a sus oídos y, sobre todas las cosas, unos naturales dispuestos a defender su terreno tribal por encima de todo, incluso de su propia vida, así durante más de un siglo, pues los indígenas se sometieron y levantaron una y otra vez. El sueño de El Dorado, el oro refulgente en los rostros y gargantas de los indios fue superior a cualquier desfallecimiento que sintieron.

[1] Tomado del libro Historia de Cali de Gustavo Arboleda.

[2] Arma ofensiva que usaron los guerreros de los pueblos e América central y Sudamérica, fabricados a manera de machete o de porra, hecha con maderas duras y a veces con filo de pedernal.

[3] Cieza de León, Pedro. Crónica del Perú. Sevilla 1553.

[4] Roldanillo es un municipio colombiano situado en el departamento de Valle del Cauca, a unos 150 km de Cali, capital del departamento. Fue fundado por Francisco Redondo Ponce de León, quien le dio el nombre de Villa Cáceres. Al igual que en todo el Valle del Cauca, se produjo una fuerte resistencia de los indígenas a ser colonizados, y debido a su resistencia se tuvo que trasladar en 1602 a los terrenos que ocupaba la Estancia de Roldanillo, donde trabajaban esclavos africanos en trapiches de caña de azúcar y ganadería. El segundo pueblo ya fue conocido a finales del siglo XVI con el nuevo nombre de San Sebastián de Roldanillo.

[5] El Juego de cañas o correr cañas, fue muy popular en España a partir del siglo XVI, y se jugaba en las plazas mayores de las villas. En el juego se simulaba una acción bélica o de combate. Los hombres en filas, montados a caballo, se lanzaban cañas a modos de lanzas o dardos que paraban con sus escudos; se hacían cargas de combate y círculos en grupos.

 

Por: Enrique Lillo Alarcón
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