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Magdalena de Solís, la judeoconversa

Siendo niña no quiso aceptar otra religión que no fuese la judaica de sus padres y marchó de Sefarad con su hermana al tiempo de la expulsión.
Tampoco fue aceptada en Francia, pero allí se casó y regresó a Castilla.
Cuando creyó ser feliz con su nuevo marido en Mota del Cuervo la buscó el Santo Oficio después de varias décadas, la encarceló y recibió tortura.
A una señal de Vaguer, el verdugo comenzó a retorcer las mancuerdas sobre los brazos de Magdalena, los primeros gritos de sufrimiento hirieron los oídos de los presentes; era una condición necesaria para que dijese la verdad a las preguntas que se le iban a formular en el nuevo interrogatorio.
Una historia real que se conserva en un manuscrito del Archivo Histórico Nacional.
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