PRÓLOGO
La Orden de Santiago, dueña y señora de los territorios de La Mancha, poseedora del dominio solar de los mismos, nombra visitadores que recorran sus territorios en las Provincias de Castilla y de León, con la clara misión de vigilar el estado de sus posesiones y bienes, la actuación de sus comendadores frente a las personas que viven allí, reparar los daños y abusos cometidos por ellos, el cumplimiento de los comendadores en sus obligaciones conforme a la Regla de la Orden, castigar las apropiaciones de sus pertenencias por personas de diferente estado social, nobles, pecheros, relacionar los diezmos e impuestos anexos a cada villa visitada, visitar iglesias, monasterios, tercias, hornos de poya, casas pertenecientes a la Orden para comprobar su estado y mandar su reparación o mejora, vigilar la situación moral de sus súbditos, y una larga variedad de cuestiones y problemáticas que se suceden en el devenir de los años de su historia.
Los resultados y registros de estas visitas, fueron conservados en una serie de Libros de Visitas, por los escribanos de las mismas, verdaderos notarios que daban fe y valor jurídico de todo lo que se relacionaba.
La serie de cuadernos de que consta este estudio, se encuadran entre los años 1468 a 1603, fechas correspondientes al primer y último Libro de Visitas que se conservan en el Archivo Histórico Nacional (parece que los anteriores están perdidos). Son por tanto 125 años de historia, de nuestra historia de Mota del Cuervo (El Cuervo, La Mota o La Mota el Cuervo, como se la dio en llamar), de nuestro lugar de Manjavacas y de nuestras villas vecinas con las que anduvimos tan largo periodo y con las que seguimos recorriendo el actual.
Se comienza con el primero y segundo cuadernos, prólogo y visita del año 1394, visitas de los años 1416 y 1429 a La Mota, de las que no se conservan los libros, pero sí una referencia a la misma en el Catastro de Ensenada, (copia de dicho documento nos entregó D. Aníbal Ruiz de Valbuena), finalizando con la última visita conservada, que tuvo lugar durante el año 1603.
La situación territorial queda encuadrada en la antigua Provincia de La Mancha, descendiente del ayuntamiento del Común de La Mancha, que el Maestre don Fadrique concedió, en privilegio, a una serie de villas situadas geográficamente entre los ríos Cigüela (Xihuela o Jigüela) y Guadiana (con más aproximación podríamos decir Záncara), en Fuente de Cantos, el día 4 de marzo, del año de 1353. Actualmente, estas villas, pertenecen al suroeste de la provincia de Cuenca, el este de la provincia de Toledo y el noreste de la provincia de Ciudad Real.
El objeto del presente estudio es el conocimiento, en primer grado, de la historia de Mota del Cuervo, formada por La Mota y El Cuervo, y de Manjavacas (lugar despoblado al sur de Mota). En un menor grado, de las villas y lugares vecinos, Santa María de los Llanos, La Puebla del Aljibe (despoblado al norte de Santa María), El Hinojoso de la Orden (actual Los Hinojosos) separado de El Hinojoso del Marquesado, por la calle principal que dividía a la población de norte a sur, San Andrés (despoblado al suroeste de Los Hinojosos, del que solo queda su ermita), Villamayor de Santiago, Villanueva de Alcardete, Guzques y Villaverde (despoblados entre el este de Villanueva y sureste de Villamayor), Quintanar de la Orden, La Puebla de don Fadrique (actual Villa de don Fadrique, que cambió su nombre para que no existiera confusión con la situada en la provincia de Granada), La Puebla de Almoradiel, Miguel Esteban, Mirabel (despoblado que fue cabeza de encomienda), La Higuera (despoblado, probablemente situado en el término de Miguel Esteban), El Toboso, Campo de Criptana, formada por los lugares y poblaciones de El Campo, Criptana, Villajos y Posadas Viejas, Pedro Muñoz (fundada en época temprana, s. XIII, se despobló, quedando como dehesa de Criptana, para poblarse nuevamente en el primer cuarto del s. XVI), Socuéllamos, con sus despoblados Torre de Vejezate y Villarejo Rubio, y su aldea de Tomelloso. Las Mesas Rubias, actual Las Mesas, al no pertenecer a la Orden, no se relaciona en este estudio, aunque tuvo y tiene en la actualidad un gran contacto con las villas vecinas.
Los visitadores eran frailes que pertenecían a la Orden, normalmente eran los propios comendadores, vicarios o curas de distintas villas pertenecientes a la misma. Eran nombrados en Capítulo General por el Maestre y los Trece, celebrados en periodos irregulares de tiempo (dos o cuatro años), otorgándoles poderes jurídicos y dotándoles de asignaciones monetarias y alimenticias para la Visita. Las encomiendas pagaban una cantidad en maravedís, en base a las lanzas que debían guardar para servir al Maestre, en las guerras contra los musulmanes. Las poblaciones visitadas, llegaron a contribuir con los dos tercios de los alimentos y estancias que necesitaban en la visita a la villa. La visita estaba formada por un buen grupo de personas, uno o dos comendadores, vicario o cura, dos o tres testigos, un alguacil, un escribano o notario, y una serie de sirvientes que se ocupaban de la logística, transporte de enseres y alimentos en mulas, y atender las necesidades de las personas que formaban el grupo de visita.
Se visitaban las villas del extenso territorio de la Orden en las Provincias de Castilla, La Mancha y León. En las provincias de Castilla y La Mancha había numerosos pueblos de las provincias actuales de Cuenca, Toledo, Ciudad Real y Murcia. En la Provincia de León, actual Extremadura, también existían numerosas posesiones en las provincias de Cáceres y Badajoz.
Existía un procedimiento tácito de actuación. La Visita llegaba a una villa y reunía al comendador, regimiento de la misma, alcaldes mayores y regidores, y omes buenos (hombres buenos, los poseedores de un cierto nivel social, bien fuese por posesiones de tierras o bienes, o por su clase, hidalgos, nobles). Los visitadores presentaban los poderes que les había concedido el Maestre, las personas notables de la villa, los aceptaban con debida reverencia y juraban obedecer y cumplir todo lo que les fuera mandado por ellos.
Posteriormente, mandaban, al portero de la villa, pregonar en los sitios más concurridos de la población, la plaza del pueblo o la puerta de la iglesia, si había alguna persona que hubiese recibido agravio o daño del comendador, o de las personas a su cargo, o de cualquier otra persona, que fuesen hasta los visitadores para que ellos les administrasen justicia. En esto se ve el interés de los miembros de la Orden, en mantener justicia entre los pobladores de su territorio, y en ello no hicieron distinción entre cristianos, moriscos o judíos. Se nombra primero a los comendadores porque era de dominio público que estos cometían numerosos abusos en el desempeño de sus atribuciones, cobrando diezmos e impuestos que no debían y sobre los que el Maestre no les había dado autorización alguna. El portero de la villa era una persona dependiente del concejo, cuya misión inicial fue la de cuidar las puertas de las villas, posteriormente realizaron otras funciones como entregar notificaciones o pregonar hechos notables, como eran las visitas. En la Edad Media, la mayoría de poblaciones, se rodeaban de cercas o murallas, con puertas de acceso, que se cerraban durante la noche para protegerlas de agresiones externas. El hecho que en La Mota existiese un portero, como ya veremos, así como que se cobrase el portazgo, nos da pie a pensar que la villa medieval estuvo cercada.
Una vez anunciada, convenientemente, la visita, se acudía a visitar las posesiones de la Orden en el término de la villa en cuestión.
Se visitaban las casas de la Orden, registrando, año tras año, los cambios que se producían en ellas, describiendo minuciosamente su composición, puertas de entrada, patios, palacios, cocinas, lagares, pozos, corrales, trascorrales, establos; describiendo los deterioros que habían sufrido, mandando y entregando maravedís para su reparación. Constituye un documento extraordinario para el conocimiento y situación de estos edificios.
Se visitaban iglesias y ermitas, con cierta limitación, debido a que algunas eran privilegio de ser visitadas por el Prior de Uclés. Se describía su conservación y estado, se hacía relación de sus pertenencias, cálices, candelabros, ropas de liturgia, etc. Se describían las imágenes, altares, campanarios, capillas, y en muchos casos la evolución constructiva de las mismas, es el caso de la Iglesia, dedicada a San Miguel, de La Mota, de la que estudiaremos su estructura a lo largo de estos 125 años.
Se visitaba y se informaba del estado de las fortalezas, así conocemos que en La Mota existió una, en La Sierra, inmediata al pueblo.
Se visitaba los hornos de poya, se mandaba su reparación en caso que estuviesen destruidos, ya que estos hornos eran una fuente de ingresos importante para la economía de la Orden. Se llamaban hornos de poya, porque en ellos se pagaba el impuesto de la poya, consistente en entregar una parte del pan que se cocía en ellos, por eso llamado pan de poya, o su equivalente en maravedís. Normalmente estaban asignados a la encomienda, que lo solía rentar a personas particulares, y en menos casos al concejo de la villa.
Luego visitaban al comendador, quien les recibía vestido con su hábito y capa que usaban en los Capítulos Generales. Le interrogaban sobre el conocimiento y la práctica de la Regla de la Orden, si rezaba, si practicaba los ayunos establecidos, si socorría a los pobres. Ellos juraban que sí lo hacían. En algunos casos, corregían la falta de conocimiento, aplicando penas o penitencias.
Preguntaban al comendador, si tenía preparadas las lanzas y caballos con los que tenía la obligación de servir al señor Maestre. El comendador los mostraba. Si no disponía de ellos, le mandaban que los acopiase, poniendo fecha cercana para su compra, ya que se consideraba una obligación de suma importancia. Los comendadores, debido a su cargo, estaban obligados a mantener una cierta cantidad de juego de armas y caballos, esta cantidad estaba fijada en base a la importancia y riqueza de la encomienda, normalmente oscilaba entre una y cuatro lanzas, la misma cantidad de caballos, y en encomiendas ricas, cierta cantidad de escuderos. El objeto de esta obligación, era el proporcionar al Maestre, un ejército de caballeros para acudir en defensa de la fe cristiana, en las cruzadas contra los infieles. Era una práctica común mostrarlos, también, para San Juan; el comendador y caballeros se enfundaban en sus armaduras, tomaban sus armas y lanzas, engalanaban sus caballos y, en la plaza del pueblo, mostraban su poder.
Luego, solicitaban al comendador o su representante, la copia de las cuentas de los diezmos recaudados, quien juraba dar relación verdadera de ellos, anotándose al margen del libro, las cantidades reflejadas. Es otro documento importante para conocer los impuestos establecidos, el valor de los productos y trueques, los oficios y profesiones, las posesiones de la encomienda.
Reclamaban, al comendador, la justificación del pago de la décima al Prior de Uclés, consistente en la décima parte de lo recaudado. El comendador mostraba cartas del Prior donde se daba por satisfecho.
Así se daba por finalizada la visita, con una duración de uno a cuatro días en función de la importancia y posesiones de la villa. Después el Maestre recibía cumplida información de la visita, posesiones, diezmos y mandamientos.
Para finalizar este prólogo, quiero agradecer a la Biblioteca Nacional y a su personal, la ayuda y atenciones prestados. Al Archivo Histórico Nacional y a sus archiveros, la ayuda prestada en la búsqueda de documentos, la atención y amabilidad con que realizan su trabajo, invitando desde aquí a que cualquier persona lo compruebe y bucee en nuestra cultura histórica, conservada en tan honorífica entidad.
Este estudio está dedicado a mi abuela y mi padre, naturales de Mota, a los que quiero tanto, que a su vez me hicieron querer, desde la distancia, a Mota del Cuervo y sus gentes.
A mi mujer Maribel, que tanto me quiere, me ayuda y me soporta. A mis hijos Irache y Quique, a los que quiero mucho.
VISITACIÓN DE LA MOTA, AÑO 1394
No se conservan, en el Archivo Histórico Nacional, Libros de Visitas de la Orden de Santiago, anteriores al año 1468.
La siguiente visitación correspondiente al año 1394, es pues un documento histórico de gran importancia, ya que ratifica que se hicieron visitas a las propiedades de la Orden desde muy temprana época y el interés de la misma en dar privilegios a las poblaciones, que permitieran su repoblación y el bien común.
El documento estaba inserto en el interrogatorio del Libro de Respuestas, correspondiente al Catastro de Ensenada, realizado en Mota del Cuervo, el 27 de Mayo del año 1752.
Era escribano de Mota del Cuervo, D. Francisco de Campos, que además era escribano de su Majestad, público, de número y del juzgado. Dirige el interrogatorio, D. Tomás Parreño, escribano de la Audiencia de la Única Contribución, en nombre del representante de la Junta de Contribución, Sr. Dr. D. Juan de Arroyo, abogado de los Reales Consejos y Juez Subdelegado, siendo nombrado por la Real Junta, como responsable del Catastro en la Provincia de Toledo, Partidos de Alcalá de Henares, Alcazar de San Juan y Ocaña, a este último pertenecía Mota del Cuervo.
El escribano Francisco de Campos, cuando D. Tomás Parreño le pregunta por los privilegios y mercedes, propios y rentas, que la villa tiene concedidos por los distintos Maestres de la Orden, o por los reyes en su atribución como Maestres, o por comendadores o visitadores, responde que certifica, da fe y testimonio de verdad, que estos se han perdido por las guerras, y debido a otros contratiempos sucedidos por el traslado desde su población original en Manjavacas, hasta el nuevo de La Mota. Por estos motivos no se encuentran muchos de los papeles en el archivo de la villa, alegando verídica tradición de uso de dichos privilegios, es decir, sus pobladores los habían usado tradicionalmente a lo largo de los años.
En este escrito se constata un hecho importante, La Mota se fundó con vecinos provenientes de Manjavacas, quienes poco a poco la fueron despoblando, para situarse en las cercanías de El Cuervo, que ya existía en su ubicación actual.
El lugar de El Cuervo, probablemente, ya existía desde la reconquista de los años 1182, en que se tomaría Belmonte, a 1184, cuando se tomó Alarcón. No daría tiempo a su repoblación o tendría pocos vecinos, quizás una pequeña población de moriscos en alguna alquería, ya que la zona aún era bastante inestable, al ser frontera entre los reinos cristianos y musulmanes; esto queda confirmado por los topónimos de la zona, Monte del Moro, Llanos del Moro y los restos encontrados en el área probable en que se encontraba La Puebla del Aljibe.
El 19 de Julio del año 1195 se produce la derrota de Alarcos, los almohades del califa Abu Yaqub Yusuf al-Mansur, se enfrentan y vencen a las tropas castellanas de Alfonso VIII, llegando hasta las puertas de Toledo y recuperando territorios anteriormente conquistados. En los años siguientes 1196 y 1197, los almohades arrasan La Mancha y los territorios de Uclés y Cuenca, siendo poco probable que El Cuervo estuviera poblado, ya que la frontera se retrae hasta el valle del Tajo. Es, tras la batalla de las Navas de Tolosa en 1212, cuando comienza la conquista del Campo de Montiel en 1213, para finalizar en 1227 con la toma del castillo de la Estrella, perteneciente a Montiel, y se da cierta estabilidad a la zona de La Mancha.
El 15 de Marzo de 1243, se firma la Concordia de Toledo, entre el Maestre don Pelay Pérez Correa y el Arzobispo Primado de Toledo Rodrigo Jiménez de Rada, en la relación de lugares poblados y despoblados del Campo de Montiel, aparecen 9 lugares pertenecientes al Campo de Criptana, como un conjunto adscrito o fronterizo con Montiel, que sería base de los pueblos que conformarían el Común de La Mancha en 1353, y entre los que aparecen El Cuervo y Manjavacas, por consiguiente es bastante probable, que anteriormente a 1243, hubiesen comenzado a poblarse ambos lugares.
El 4 de Marzo de 1353, el Maestre don Fadrique concede el privilegio al Común de La Mancha, en la relación de pueblos del privilegio aparece El Cuervo, pero no así Manjavacas, es probable que hubiese comenzado a despoblarse en temprana edad desde su fundación, y en 1353 no fuera una población importante, como lo fue en 1243 en la Concordia de Toledo.
Lo cierto es que en 1394, año de la visitación, aparece La Mota como una villa consolidada, con una población estable, con su dehesa adquirida en privilegios anteriores y con mayor poder que El Cuervo, cuyo nombre no aparece, nuevamente, hasta el s. XVI, relegado a un segundo plano en el nombre del lugar, La Mota el Cuervo.
Así, los vecinos de Manjavacas, irían abandonando poco a poco su lugar, debido a condiciones insalubres y por efecto de enfermedades que se producirían allí, se establecerían en el término de El Cuervo, sus vecinos los recibirían con agrado, ya que no hay constancia de pleitos o disputas entre vecinos de El Cuervo y La Mota (sí los hay entre vecinos de La Mota y Manjavacas), y juntos comenzarían su andadura hasta la actualidad.
Manjavacas se despobló totalmente entre los años 1440, fecha de una sentencia de concordia dada por el Maestre don Enrique a La Mota y Manjavacas, y la visitación de 1478, donde se menciona que en Manjavacas, solo había una casa perteneciente a la encomienda de Torre Vejezate.
El escribano Francisco de Campos, refiere que se encuentra en el archivo del ayuntamiento de Mota, una cédula de privilegio concedida por el Maestre don Enrique, donde se justifica la propiedad de monte y dehesa, junto con su texto trasladado del castellano antiguo, con fecha 25 de Febrero de 1741, por el escribano Diego Pérez Naharro, que fue escribano de su Majestad y del ayuntamiento de La Mota.
En el privilegio se copió parte del contenido de la visitación, que se realizó con anterioridad a la fecha de dicho privilegio, debido a que el Maestre Infante don Enrique, estuvo en el cargo de Maestre de la Orden entre los años 1409 a 1445, siendo la fecha probable de concesión de privilegio 1416, fecha también probable de concesión de fuero de población a La Mota.
La traslación, desde el castellano antiguo, tiene ciertas imprecisiones, faltando por traducir algunas palabras y frases, que se ha indicado como [...], pero nos proporciona un documento inestimable, al describirse la situación de la dehesa de La Mota y las ordenanzas, con sus penas, que la protegían de los abusos de los propios vecinos y de los de pueblos de la comarca próxima.
La visitación tuvo lugar en La Mota el día 23 de Enero de 1394, por los visitadores:
Alfonso Fernández Verdugo, comendador de Alpajes.
Ruy Fernández del Campo, comendador de Criptana.
Toribio González, vicario de Montiel, notario de la visitación.
Estos serían nombrados, en Capítulo General de la Orden, por el Maestre en funciones en ese año, don Lorenzo Suárez de Figueroa (1387-1409), quien les daría los poderes para la visitación y les asignaría su soldada y manutención.
Con toda seguridad, se siguió el protocolo que era costumbre: una vez llegados a la villa, reunieron a los alcaldes mayores, regidores y hombres buenos de ella, presentándoles los poderes concedidos por el señor Maestre, ellos juraron obedecerlos en todo lo que se les ordenase. Después, mandarían pregonar al portero de la villa, si había alguna persona que hubiese recibido agravio de ellos u otra persona, para que se presentasen ante los visitadores, con objeto de hacerles debida justicia. Más tarde visitaron las posesiones de la Orden en la villa. Finalmente reciben la relación de los diezmos e impuestos.
Es en el momento en que visitan las posesiones de la Orden, cuando los notables de la villa, hacen mención de la propiedad que tiene La Mota, sobre una dehesa y monte, cerca de ella, que la tienen cercada (amojonada) y la guardan, que la tienen desde tiempo atrás y que fue concedida por privilegio de los últimos Maestres. Debido a las guerras, han tenido que huir de sus casas, por este motivo se han perdido los privilegios y no los pueden mostrar a los visitadores, pero la tradición, uso y costumbre de sus antecesores demuestra que les pertenece.
Me inclino a pensar que la concesión de la dehesa, fue en tiempo del Maestre Infante don Fadrique o anteriores, quien finalizó su maestrazgo el año 1359. Como se ha comentado, en el privilegio del Común de La Mancha, no se menciona a La Mota, por lo que no habría alcanzado un nivel de población, suficientemente alto, para que pudiera ser nombrada. Este bajo nivel, podría haber influido para que, alguno de los maestres, le hubiese concedido el privilegio de dehesa y monte, con objeto de favorecer la repoblación. Las guerras que se mencionan, serían con toda probabilidad, las que mantuvo Pedro I con su hermanastro Enrique, que finalizaron en la batalla de los Campos de Montiel, 14 de Marzo de 1369, resultando prisionero Pedro I y asesinado por Enrique. Estas guerras son las que obligarían, a los pobladores de La Mota y villas cercanas, a abandonar sus casas, ya que se desarrollaron en toda la comarca. Toledo y muchas villas afines a su causa, se habían rebelado contra Enrique II, quien tras la batalla estuvo obligado a pacificar toda esta zona toledana y manchega. Sí podemos decir, con toda seguridad, que la concesión de privilegio de dehesa y monte, tuvo lugar con anterioridad al año 1369.
La concesión del privilegio de dehesa o monte, se daba a las villas, por el Maestre de la Orden, con un objetivo principal, cual era el mantenimiento de la población del lugar, ya que la repoblación fue una de las misiones principales de la Orden, el establecimiento de dehesas favorecía el nivel de vida de los habitantes de las villas. Todas las cartas de concesión de lugares a la Orden, por los distintos reyes, mencionan la obligación de repoblar. Otros motivos fueron: disponer de un lugar resguardado para el abrigo de los ganados, en los crudos inviernos manchegos; disponer de árboles para recolección de madera, usada en hornos, en fabricación de aperos de labranza y en construcción de viviendas; recolección de bellotas, al ser la encina el árbol dominante en las llanuras manchegas, la bellota era un producto abundante, al que se le daba gran valor, formando parte de la economía de los habitantes de los lugares. Todo lo anterior estaba regulado por ordenanzas que fijaba la Orden, estableciéndose penas en caso de transgresión de las mismas.
Los señores del concejo, dicen a los visitadores, que personas de los lugares cercanos están entrando en la dehesa, arruinándola y cortando árboles para leña, lo que va a provocar el despoblamiento de La Mota, al tiempo que les invitan a visitarla, ya que así se darían cuenta de que la merecían y la darían para guardarla. Los visitadores acceden, acudiendo todos juntos al lugar.
La dehesa de La Mota
¿Cómo era y dónde estaba la dehesa de La Mota?
Cuando los visitadores y el concejo de La Mota llegan a la dehesa, encuentran un llano y monte muy poblados de encinas, estiman que por ello es muy necesaria y de gran provecho para la villa, por tanto, para satisfacción de Dios, del señor Maestre y de la población de La Mota, los dichos visitadores otorgan y conceden la dehesa, y la defienden para que sea guardada mejor de lo que está en el presente.
La dehesa, he calculado, que tenía una buena extensión de terreno, entre 350 a 400 hectáreas, bastante cubierta de encinas. Sus límites principales eran, por la parte norte la Cañada de Tovar, llegaba hasta las cercanías de El Monte, continuaba hacia el sur por el Camino de Los Hinojosos, iba bordeando La Sierra hasta llegar al Camino de La Puebla del Aljibe, y continuaba en dirección norte por el borde este de La Milaria y El Encaño, hasta cerrar su perímetro, nuevamente, en la Cañada de Tovar. El centro de la dehesa era atravesado por el Camino de Belmonte. Además de los anteriores, también estarían dentro de la dehesa, La Calleja, Los Almendros, Casa Gilabert.
Hoy día quedan encinas en dicha zona, como herederas testimoniales del magnífico bosque que debió de existir allí en el s. XIV. Lamentablemente, durante el s. XVI, se arrasaron muchos bosques de encinas en La Mancha, para conseguir más terreno dedicado a la agricultura, la falta de árboles y el clima de la zona con fuertes lluvias torrenciales de temporada, han producido aluviones, siglo a siglo, que han conseguido destruir el terreno y desertizarlo poco a poco. Siempre nos queda la esperanza, que las generaciones futuras, puedan recuperar las dehesas de encinas que poblaron nuestra tierra.
Los visitadores y el concejo, realizan la delimitación de la dehesa, lo que nos ha dejado los nombres y las tierras de nuestros vecinos del 1394, para la posteridad:
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Ponen un mojón al lado de la viña de Miguel Domínguez Tinajero, la valla de la viña limita la dehesa.
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Otro mojón al lado de la viña de Juan Domínguez, hijo de Miguel Domínguez.
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Otro mojón junto a la Cañada de Tovar, donde está el Cerro.
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Atravesando el Camino de Belmonte, se pone otro mojón, a la par de la Cañada de Tovar, donde la cuesta del Monte del Moro que está en la mitad de la Cañada, y de una haza (tierra de labranza o siembra) de Ruy López, hijo de Andrés López.
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Atravesando el camino (podría ser el Camino de la Casa del Monte), se pone otro mojón al lado de la haza de Benito Martínez, hijo del regidor Cristóbal Martínez.
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Otro mojón cerca de la tierra de Cristóbal Martínez y del Chaparral.
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Otro mojón debajo de la haza de Pedro Vicente de Manjavacas.
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Otro mojón encima de La Muela, que llega hasta el camino de Belmonte.
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Dos mojones más en La Muela.
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Se continúa por la Cañada del Crespo, hasta otro mojón que se coloca en la senda que va hasta la Cañada de Perojil.
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Otro mojón encima de la haza del Convento.
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Más adelante, otro mojón llegando al Camino de Los Hinojosos de abajo y de majuelo (terreno de viñas).
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Siguiendo adelante por el camino que va desde Los Hinojosos hasta La Mota, se coloca otro mojón a mano izquierda del camino, encima de la viña de Pedro Martínez, hijo de Domingo Martínez.
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Otro mojón encima del majuelo de Alfonso Ruiz, llegando al Camino de La Puebla (La Puebla del Aljibe).
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Desde el Camino de La Puebla, al mojón primero donde se comenzó, cerca de la viña de los herederos de Miguel Domínguez.
Una vez señalada y cercada con mojones, los visitadores establecen las penas que han de cumplir, las personas que sean cogidas cortando leña dentro de los límites de la dehesa, ya sean vecinos de La Mota, como de otros lugares, así deben pagar y pechar:
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El que hallaren cortando o corte un pie de encina, tan grueso como el cuerpo de un hombre o mayor, pagará 30 maravedís.
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El que corte un árbol, tan grueso como el muslo de la pierna de un hombre, pagará 15 maravedís.
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El que corte un árbol más pequeño, tan grueso como el brazo de un hombre, pagará 6 maravedís.
Además de las penas establecidas, anteriormente, por cortar leña, los visitadores fijan la actuación ante otros posibles casos que se pueden producir, de modo que si se tuviera dudas o se entrase en fuertes discusiones, con los vecinos de La Mota o de otros lugares de alrededor, y sea complicado averiguar quién cortó leña, se procederá de la forma siguiente:
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Si alguna persona lleva una carreta, cargada de leña del monte o dehesa, pagará de pena, por cada carreta, 30 maravedís.
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Si alguna persona lleva acémilas, mulas o caballerías, cargadas de leña, pagará de pena, por cada carga 10 maravedís.
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Si alguna persona lleva bestias mayores o menores, cargadas de leña, pagará de pena, por cada carga, 4 maravedís.
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Si se encuentra alguna persona, hombre o mujer, cortando leña en el monte, y la trae a cortar, por cada vez pagará 3 maravedís.
Estas penas son a las que se tienen que atener los vecinos de este lugar, y las que deben aplicar sus guardadores y justicias. Mencionan la conveniencia de procurar siempre un testigo, para poder mejor justificar la pena aplicada. Siempre se aplicará una sola pena, es decir, si se encuentra a alguien en alguna de las circunstancias anteriores, solo pagará por uno de los valores de las penas, no por todos.
Exhorta al concejo y notables de la villa, a que nombren guardas para vigilancia de la dehesa, ante alguna duda, estos serán creídos, sobre otras personas, mediante su juramento.
Los visitadores entregan al concejo, una carta sellada y firmada con sus nombres, donde consta todo lo referido y propiedad de la dehesa. Los sellos pendientes significa que, en las cartas importantes, se incluían sellos bien de plomo, bien de cera, que colgaban de una cinta de la propia carta, este sello iría con un emblema de la visitación o de la Orden, grabado en el plomo o cera.
Mapas del IGN: MTN25-0688IV; MTN25-0689III; MTN25-0714II Y MTN25-0715I
Situación aproximada de la dehesa de La Mota y Puebla del Aljibe
VISITACIÓN DE LA MOTA, AÑO 1394
Visita realizada el 23 de Enero del año 1394.
Visitadores:
Alfonso Fernández Verdugo, comendador de Alpajes.
Ruy Fernández del Campo, comendador de Criptana.
Toribio González, vicario de Montiel, notario de la visitación.
[Escrito, probablemente, en La Mota a 27 de Mayo de 1752]
"Yo, Francisco de Campos, escribano de su Majestad, público, de número y ayuntamiento, de esta villa de La Mota el Cuerbo, zertifico, doy fee y testimonio de verdad a los señores que le bieren, como por el notorio extravío y pérdida de papeles que ocasionaron las guerras y otros contratiempos en esta dicha villa, en su primitiva fundación y traslación desde la de Manjavacas, donde tubo su lugar, no se hallaren su Archivo muchos de los privilegios, y mercedes, y facultades de en el principio (aleguen verídica tradición) se le concedieron por los señores grandes Maestres de la Orden de Santiago, sus comendadores y visitadores, por la estabilidad y subsistencia de las conotadas villas Manjavacas, Mota, su población, defensa, protección y amparo, utilidad y provecho de sus moradores y vecinos, ni tampoco los títulos de pertenencia de los propios y rentas que de tiempo inmemorial [...] y pacíficamente y sin contradicción alguna de dicho concejo, comunidad, ni particular, ha estado y está principando y disfrutando por ser sus propios."
[Escrito, en La Mota a 25 de Febrero de 1741]
Y asimismo se halla, con zédula real de privilegio del señor gran Maestre don Enrique, que justifica la propiedad de esta dicha villa tiene en los referidos montes, y un trasumpto de dicho privilegio, en letra moderna, para que más fácil inteligencia, authorizado de Diego Pérez Naarro, escribano de su Majestad, y que lo fue del ayuntamiento de esta dicha villa de La Mota, en ella, a veinte y zinco de febrero de mill setecientos quarenta y uno, que copiado a la letra es del tenor siguiente:"
[Libro de la visitación, en La Mota a 23 de Enero de 1394]
"Sepan, quantos esta carta vieren, como en La Mota, ante nos Alfonso Fernández Verdugo, comendador de Alpaios [comendador de Alpajes] e Roiz Fernández del Campo, comendador de Criptana, visitadores que somos por nuestro señor el Maestre, y por su orden en la Provincia de Castilla, et en presencia de mí Toribio González, vicario de Montiel, et notario de dicha visitación.
Estando nos, los dichos visitadores, visitando esse dicho logar de La Mota, el conçejo e omes buenos, moradores en el dicho logar, presentaron ante nos ca sus [...], et requerimientos, nos efiçieron relaçión que ansí e de luengo tiempo, ellos y sus antecesores ovieron por suyo e han agora, una defessa et monte, aquí, çerca de dicho logar, la qual havían çerrado e guardado, con Privilegio e merced de los Maestres postreros. E que agora con las guerras, e los tiempos y malas postreras, andando huyendo de sus casas, que por estas las dichas cosas e razones, los Privilegios que de la dicha defessa les fueron dados, e agora que por ellas, dichos sus Privilegios no les podían demostrar. Et que algunos veçinos y moradores de los logares de la comarca, havían e que se atrevían con [...] de se los romper y cortar. E que así de esta guisa, así oviese de pasar que la dicha dehessa sería destruida, y [...], mengua e despoblación del dicho logar. E que nos pedían que fuéramos nos, a el dicho monte e defessa, e que por nos fuésemos vista, y fallaríamos que merecían por defessa, e que así mandaríamos guardarla. E nos, los dichos visitadores, a petiçión e requerimiento del dicho conçejo e omes buenos del dicho logar, fuimos a ver el dicho monte defessa, e por nos vien vista e distinguida, fallamos que la dicha defessa está bien poblada de monte de ençinas, e que está muy neçesaria e muy provechosa para poblaçión del dicho logar. E por tanto, por pliego de Dios, e de nuestro señor el Maestre, e poblaçión del dicho logar, otorgamos e dimossela por defessa, e deféndemosla y ademirnámosla, porque ella mejor fuera guardada, según que oy está.
Ca primeramente fuimos primero mojón, çerca de la viña de Miguel Domínguez Tinajero, e por el balladar de la dicha viña. E otro mojón adelante que está en el [...] de la postura, que está çerca de la viña de Juan [...] Domínguez, fijo de Miguel Domínguez.
E adelante, como se prosigue a otro mojón que está junto de la Cañada del Tovar, do el Çerro.
E más adelante, como atraviesa el carril que va a Belmonte, a otro mojón que está en par dicha Cañada del Tobar, et donde como a cuesta del moro que está en medio de la dicha Cañada, et de una faza de Roiz López, fijo de Andrés López.
Et donde como atraviesa el camino, a otro mojón que está en la faza de Benito Martínez, fijo de Cristóbal Martínez, regidor.
E dende adelante, como va a otro mojón que está çerca dicha tierra de Cristóbal Martínez y del Chaparral.
El camino adelante a otro mojón que está ayuso de la faza de Pedro Visente de Manjavacas.
E desde más adelante como va derecho, mojón ençima de la Muela, fasta la carrera de Belmonte.
Et más adelante a otro mojón que está en la dicha Muela, et dende adelante como va a otro mojón que está en la dicha Muela.
Et por la Cañada del Crespo, en ras adelante como va a otro mojón que está en la senda a la Cañada de Perojil.
Et dende adelante, a otro mojón que está ençima de la faza del Convento.
Et dende adelante, como va otro mojón que está a çerrar del camino del Hinojoso de yuso e de majuelo.
Et dende adelante, como va el dicho camino del Hinojoso açia La Mota, fasta dicho mojón que está a la mano isquierda del dicho camino, ençima de la viña de Pedro Martínez, fijo de Domingo Martínez.
Et dende adelante, como va el [...] por tierra [...] dichas viñas, fasta otro mojón que está ençima del majuelo de Alfonso Ruiz, e fasta el camino de La Puebla.
Et de el dicho camino vuelve e como fasta el otro mojón primero que se comensó, que está çerca de la dicha viña de los herederos de Miguel Domínguez.
E la dicha defessa assí sicnada y mojonada, por nos los dichos visitadores, e por guarda de la dicha defessa y monte, et cogido todo de la buena poblaçión que a el dicho logar se sirve, y le podía servir con la dicha defessa y monte assí bien guardada, la declaramos y ponemos penas, a los que dentro de la dicha defessa, fallaren cortando de los dichos mojones adentro, fueren tomados con cargas o carretas de leña del dicho monte cogidos, ahora veçinos del dicho logar, como de otros logares de las veçindades, que pechen y paguen por estas penas que aquí dicen [...]
Primeramente, que el que fallaren cortando o que cortó pie de ençina robral, que sea tan gruesso como el cuerpo de un ome, o dende arriba, que pague por el tal pie treinta maravedís.
Y el que corta pie que sea tan gruesso como el muslo de la pierna del ome, que pague por tal pie quinçe maravedís.
Y si cortare otro pie que sea de menos estado, fasta ser tan gruesso como el braso del ome, que pague por tal pie seis maravedís.
E si por [...] acaesçiere que por las penas de estas dichas cortas, ay dudas y entra en porfía así con los veçinos del lugar, como con otros veçinos de las comarcas, dende el reedor del dicho logar, que no se poda averiguar:
Que si por aventura tomare carreta cargada de leña del dicho monte, que lleve de pena, por cada carreta, treinta maravedís.
Y si tomare açémilas, mulas o cavallerías cargadas de leña, que lleve, de cada carga, dies maravedís.
Y si tomaren vestias, a quatro maravedís por cada carga de bestias, así mayores como menores.
E si por aventura acaesçiese, que fallaren ome o muger, que cortare leña de ençima del dicho monte, y trajere a cortar o rastrando, que tomen, por cada ves, tres maravedís.
Et esto se entienda tomando los dichos mojones adentro.
Et de estas dichas penas y calupnias, ténganse los dichos veçinos e moradores del dicho logar, y los sus guardadores, a la una de las dichas penas, a la que un testigo cada y mejor se pudiere justificar, a la corta o a la otra, en tal guisa, que la pena sea una y no más.
Y vos, el dicho conçejo, omes bonos y veçinos del dicho logar, que podáis poner a los guardadores nombrados, para que guarden la dicha defessa según fecho, por si las dudas fueren tales que no puedan ser averiguadas, oiréis a los guardadores y serán creídos por su jura.
E de esto mandamos dar nuestra carta sellada, con nuestros sellos pendientes, en que escribimos nuestros nombres, fecha veinte y tres días de henero, año del nasçimiento de nuestro Salbador Jesu Christo, de mill y tresçientos y noventa y quatro.
Yo Toribio González, vicario de Montiel, notario de la dicha visitaçión, la fise escribir por mandado de los dichos visitadores.
Toribio González, notario Alfonso Fernández, comendador
Roiz Fernández