El Quintanar tuvo una Sinagoga rodeada por una aljama.
En los años anteriores a la expulsión de los judíos, decretada el 31 de marzo de 1492 y hecha efectiva el verano de ese mismo año, los sefarditas que vivían en Quintanar estaban recluidos en su aljama, situada en el vericueto de calles encerradas entre la calle Real y la calle Aguas, por donde corría la antigua muralla de la villa.
Desde las cortes de Toledo de 1480, los Reyes Católicos decretan que todos los judíos deben vivir confinados en sus aljamas, pudiendo salir de ellas solo durante el día y deben ser fácilmente reconocibles por una rodela bermeja en el hombro derecho de sus vestiduras.
Calle de la aljama del Quintanar alrededor de la sinagoga
La Sinagoga era el centro neurálgico de la aljama; además del culto, en las casas y dependencias cercanas a ella, se educaba a los niños, se lavaba la ropa, existían carnicerías de uso propio, debido a la prohibición religiosa de comprar carne en otras distintas, cuyo carnicero no fuese judío, existían, en fin, los baños públicos de la aljama.
Se trató de una comunidad pequeña, baste decir que en marzo de 1495 los vecinos de Quintanar solo llegaban a 115, unos 575 habitantes. Este año se tiene constancia que existía el edificio de la Sinagoga, con toda probabilidad abandonado y sin poderse hacer en él ningún culto hebreo, pues, como se ha referido, la expulsión se produjo tres años atrás; tampoco se le había buscado otro uso alternativo.
En el mismo año de 1495 se tiene constancia de dos posibles judíos conversos del Quintanar, cuyos descendientes ocuparían diversos cargos en la iglesia, en el concejo y en la vida social de la villa, se trataba de Diego de Villanueva, propietario de unas casas pegadas a la Sinagoga, por tanto, vecino de la aljama, y Pedro de Villanueva, propietario de un terreno hacia el camino del Toboso.
En los Libros de Visitas de la Orden de Santiago, correspondientes a los años 1495, 1498 y 1500, cuando se habla de la capellanía que instituyó Juana, hija de Pedro Fernández de Juan Domínguez, se dice que la capellanía es propietaria de unas casas linderas con la Sinagoga, así como otras casas en la misma judería sobre las que existían ciertas diferencias; es claro que ya se habrían marchado los judíos propietarios y la dicha capellanía las habría adquirido por un bajo precio.
“Unas casas linde de Diego de Villanueva y de la Synoga. Otras casas, linde de estas mysmas, sobre la mitad dellas ay çierta diferencia …”
Cuando se habla de las posesiones del beneficio curado, éste es propietario de un haza que linda con las tierras de Pedro de Villanueva.
“Otra haça camino del Tovoso, linde de Pedro de Villanueva, que haze tres fanegas.”
[AHN,OM,UCLÉS,L.1067]
El 4 de marzo de 1508, los visitadores Diego Fernández de Córdoba, comendador de Alcuesca, y Alonso Martínez Salido, cura de Almedina, visitan el Quintanar.
Se están produciendo cambios en la villa. Diego de Villanueva ha fallecido, ocupa su lugar en las casas junto a la que fue Sinagoga, el que, con toda probabilidad, debe ser su hijo, Alonso de Villanueva.
La capellanía de Juana Fernández adquiere una casa junto a la de Alonso de Villanueva y la de Hernán García Delgado, quien debió adquirirla a algún judío que partió al exilio, y otra más que compró, anteriormente, en la misma judería.
“Tiene, la dicha capellanía, una casa alinde de casa de Alonso de Villanueva e de Hernand Garçía Delgado. Otra casa linde de la susodicha.”
Pedro de Villanueva, sigue siendo propietario de la tierra camino del Toboso, un hecho importante es que ha sido elegido para el oficio de mayordomo, así pues, como muchos otros judíos conversos pudo entrar al servicio de la iglesia, no olvidemos que Tomás de Torquemada y los dos más fanáticos siervos del Santo Oficio, Alonso de Espina y Alonso de Cartagena eran descendientes de judíos.
“Hallaron por mayordomo, de la dicha iglesia, a Pedro de Villanueva, vesino de la dicha villa. El qual paresçe que fue puesto por el cura e conçejo de la dicha villa, dende veynte e syete días del mes de junyo del año de myll e quinientos e syete.”
El edificio de la Sinagoga que se encontraba abandonado, después de 16 años es recuperado por varios cofrades, seguidores de San Vicente Ferrer, quienes, con ayuda del concejo, lo compraron para hacer la ermita en honor de Santa María de la Piedad; recuperan la imagen que se encontraba en el camino de Villanueva de Alcardete y la colocan en la pared de la alacena.
De la antigua sinagoga solo queda un pequeño rincón primitivo, un cuarto que precede a la actual sacristía, con acceso directo a la calle. La sinagoga estuvo orientada en dirección este, como la mayor parte de ellas, condición necesaria para dirigir el rezo hacia Jerusalén. La entrada, desde la calle, no era directa, sino que se hacía a través de un patio donde se distribuían las
dependencias de la misma. En la pared oriental, dentro de un armario o nicho (hejal), cerrado con puertas de madera o metálicas, cubiertas con bellas cortinas (parojet), se guardaban los rollos de la Torah y las Leyes hebreas, estas eran cantadas en el púlpito (tebá) por el hazán. El lugar donde se guardaron las Leyes es la actual alacena, adornada de azulejos. Los hombres, dentro de la sinagoga, se disponían en bancos corridos de madera, dispuestos por las paredes de la sala de oración, las mujeres no estaban juntas con los hombres, disponían de un lugar reservado para
ellas (azará), consistente en una tribuna. Los muros solían ser altos, con ventanas que iluminaban el espacio de oración, lámparas en los techos, alfombras en los suelos, siete lámparas en el púlpito recordaban el candelabro de los siete brazos, trompetas para el año nuevo.
El culto se celebrada el sábado y los días de fiesta, se comenzaba con una lectura u oración, continuaba con las lecturas de la Torah y de los Profetas, así como alguna exhortación de los presentes, ya fuese miembro de la comunidad o de otra foránea. Así pues, en el cuartito de la Virgen se oyeron oraciones en hebreo, pronunciadas por antiguos habitantes del Quintanar, así como lecturas y cantos de los libros sagrados.
“Visitaron otra hermyta que se dice Santa María de la Piedad, que solía ser Synoga. Conpráronla el conçejo y çiertos cofrades para rezar. La dicha hermita está byen reparada. No tiene renta ninguna.”
[AHN,OM,UCLÉS,L.1071]
En 1525 tenemos información de cómo era esta bella ermita, antes Sinagoga del Quintanar:
Estaba cerca de la Plaza pública de la villa. La nave de la iglesia estaba en muy buenas condiciones, justo a la entrada de ella, el feligrés que accedía a su interior, encontraba dos arquerías que sujetan un piso superior. Este año se ha comenzado una cámara pequeña para que sirva de aposento al santero que cuida de la ermita, con una chimenea. Tiene una lámpara.
“Visytaron una hermyta que se dize Nuestra Señora de la Piedad, que es çerca de la plaça. Es una hermyta que fue hecha de la synoga de los judíos. Tiene un cuerpo de yglesia bueno, e a la entrada dos danças de arcos donde se haze un aposento alto. Tiene una camarilla començada para el santero, con su chimenea. E tiene su lánpara.”
Interior de la iglesia de Ntra. Sra. de la Piedad
Era mayordomo de la ermita, desde hace un año, Álvaro de Caravaca, que guarda las limosnas que dan los vecinos, porque no tiene propios con que se pueda sustentar, recibió los alcances de los mayordomos de años anteriores, que fueron: Andrés Herrández y García Garrido, quedando en su poder, en dineros, 1.759,5 maravedís, 7 celemines de trigo y 7 celemines de cebada.
Los visitadores le renovaron en el cargo y le dejaron los siguientes mandatos:
Que cubra la camarilla que le están haciendo al santero, con el dinero que tiene y con algunas tejas que están guardadas en la iglesia.
Que mande enlucir algunos trozos de las paredes.
Que quite la puerta de la iglesia que está junto al altar mayor y la pase a los pies de ella, al lado de una escalerilla que hay en la ermita. Es una obra de poca costa porque la puerta no es de ladrillo, está cortada en la pared y será fácil hacer la obra.
En el año 1529 se decide dedicar parte del dinero del alcance del mayordomo en comprar una imagen de Nuestra Señora de la Piedad, y hacer un tabernáculo donde se sitúe en él. Se concedió un plazo máximo de año y medio.