Cornide de Folgueira, un viajero del s. XVIII en la Mancha Santiaguista

Autor: Enrique Lillo Alarcón
ISSN 2386-5172 - Serie: XVIII-3
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Enrique Lillo Alarcón
Autor: Enrique Lillo Alarcón

Sección Cervantista

Desde la Asociación de Amigos por la Historia de Mota del Cuervo hemos defendido la tesis de José Manuel González Mujeriego, La Mota es el lugar de la Mancha; yo mismo, como miembro de la Sección Cervantista de esa Asociación, he realizado el prólogo de su libro y le he proporcionado algún argumento para ser usado en sus exposiciones, completar la familia de Juan Haldudo y dar vida a la calle del mismo nombre en La Mota, además de relatar los amoríos de Nicolás de Ovando con Andrea de Cervantes y su relación con el alcaide de La Mota, Hernando de Ovando y Ulloa, que contribuyó a que no se llevase a efecto el matrimonio entre ambos, razón por la que Cervantes no desearía acordarse de él ni del lugar de su alcaidía.

Pero, no hemos sido los únicos en pensar que La Mota era el “ lugar de la Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme”, en el mes de noviembre del año 1797, un ilustre viajero, hijo de la Ilustración Española, recorría los caminos de la Mancha Santiaguista, se trataba de D. José Andrés Cornide de Folgueira y Saavedra, señor de Cebreiro y de Saa, nacido en La Coruña el 25 de abril de 1734, fallecido en Madrid el 22 de febrero de 1803, fue un humanista, geógrafo, naturalista e incansable viajero que recorrió España y Portugal.

José Andrés Cornide

Así nos relata su llegada a La Mota proveniente desde El Pedernoso

“… en una cuesta que le precede conté diez o doce molinos de viento y esto me recordó la aventura de Don Quijote y si acaso Cervantes la querría aplicar a este pueblo del cual, según mi calesero, fue vecino Sancho Panza…”

[RAH-9-3912-18p. Carta de Cornide a José López de la Torre Ayllón y Gallo, Quintanar de la Orden, 2 de noviembre de 1797 (pliegos en 4, fol. 366-375)]

Cornide a finales del s. XVIII tuvo la misma visión, la misma realidad que Cervantes nos mostró:

“Con estos pensamientos y deseos subieron una cuesta arriba, desde la cual descubrieron su aldea, la cual, vista de Sancho, se hincó de rodillas y dijo:

– Abre los ojos, deseada patria, y mira que vuelve a ti Sancho Panza, tu hijo, si no muy rico, muy bien azotado. Abre los brazos y recibe también tu hijo don Quijote que, si viene vencido de los brazos ajenos, viene vencedor de sí mismo…”

[Q,II,72]

Regreso de D. Quijote a su aldea

Regreso de don Quijote a su aldea

 

Antes de entrar a La Mota, desde el camino de levante, hay que subir una cuesta y, allí, a tus pies aparece la aldea, la patria de don Quijote.

Quiero hacer notar aquí el uso que hace Cervantes de la palabra aldea en lugar de villa o pueblo, la repite numerosas veces dentro de su obra haciendo referencia al lugar.

¿Qué otra villa de la Mancha Santiaguista conserva entre sus topónimos el término aldea, sino La Mota, en su lugar el Pozo de la Aldea?

El recorrido de Cornide en la Mancha Santiaguista

Para el curioso que desee conocer este recorrido de Cornide, El Provencio – Las Pedroñeras – El Pedernoso – Mota del Cuervo – Quintanar de la Orden, hago relato del mismo, pues descubre asuntos interesantes de la geografía, cultivos, edificios, etcétera, de la última década del s. XVIII:

“Quintanar de la Orden, de 2 de noviembre de 97

Aún me quedan, amigo mío, algunos rezaguillos del viaje y voy a ponérselos a V.m. en este folio para que tenga su complemento; el día 31 del pasado, a donde lo dejé, dormí en El Provencio, como dije a V.m. en mi última que no sé si habrá llegado a su mano de V.m., porque fue preciso entregar con ella cuatro cuartos al mozo de paja y cebada porque, me aseguró, que sin semejante contribución no se llevaban al correo de San Clemente, que dista de allí dos leguas; como salí del Provencio al amanecer y con la misa oída, sólo he podido ver la iglesia, que es grande y de bien dispuesta arquitectura del siglo XV o gótico alemana mezclada con la romana, pues estando adornado el crucero de cuatro columnas delgadas interpoladas con junquillos, sostiene el resto de la bóveda; otras seis columnas aisladas lisas, no me acuerdo si dóricas o jónicas, tienen mucha elegancia y parecen de aquel gusto de los Covarrubias.

Salí del Provencio y, a la legua y tres cuartos, pasé por Pedroñeras, otro pueblecito así sobre poco más o menos como los que dejé atrás; seguí al Pedernoso, distante legua y cuarto, y luego vine a comer a la Mota del Cuervo a otra legua y media que, con las antecedentes, componen desde el Provencio cuatro y media.

A medio cuarto de legua de Albacete pasa una buena acequia que supongo será la que Espinalt dice sale de los Ojos de San Jorge, a una legua de esta villa, pues por el contorno no he visto otra agua.

Todo el terreno desde La Gineta es más desigual que en los contornos de Albacete y desde El Provencio aumentan las desigualdades; es muy seco hasta este último pueblo, por el cual pasa el río Záncara, de que hablé a V.m. en mi primera carta al hablar de Zafra. Al poniente del Pedernoso, y a poca distancia del pueblo, pasa otro río cuyo nombre aún no puedo determinar, juntándose algo más abajo de estos dos pueblos van a enriquecer al Guadiana y si los ríos se han de considerar según la mayor distancia de sus fuentes, yo diría que las de estos son acaso las del mismo Guadiana. En El Pedernoso hay una fábrica de salitre que está, según me dijeron, por cuenta del rey.

El Provencio, Pedroñeras, El Pedernoso y La Mota tienen muy buenas vegas, muchas viñas y azafranales, y este último es lugar muy grande y tanto que me pareció pasaría de mil vecinos; en una cuesta que le precede conté diez o doce molinos de viento y esto me recordó la aventura de Don Quijote y si acaso Cervantes la querría aplicar a este pueblo del cual, según mi calesero, fue vecino Sancho Panza; V.m. sabrá la fe que merece el dicho de un calesero. Lo cierto es que El Toboso sólo dista de aquí dos leguas, y del Camino Real como una a la izquierda, y que yo caminé toda la tarde por espacio de dos leguas y media hasta el Quintanar de la Orden por las fronteras de los estados de la sin par Dulcinea.

Al entrar y al salir de La Mota acompañan al camino unos olivaricos de mal pergeño; acaso sería por haberles hecho la benéfica operación de la poda para rejuvenecerlos, porque he visto algunos más vigorosos que los otros; lo cierto es que el terreno en que los plantan, que son las lomas que alternan con las vegas, no es el más a propósito para esta especie de árbol por tener muy poca tierra sobre un fondo de piedra cerrada e impenetrable a las raíces de los árboles; y aun la tal tierra es un mantillo o tierra vegetal de poca sustancia.

Ya que hablamos de árboles se me ocurre decir a V.m. que todos estos pueblos tienen en sus salidas y entradas algunos pocos álamos negros y blancos, algunos negrillos como los del Prado y muy frondosos, y de aquí saco yo la inducción de que en todas las márgenes del camino se podía tentar lo mismo, que haciendo con inteligencia no dudo que saliese bien. El álamo negro lo he visto probar bien en los terrenos más áridos y de la misma calidad y lo prueba más el que entre Minaya y El Provencio hay un monte de pinos de media legua de ancho en cuya entrada hay una venta a la que da nombre y, entre La Mota y el Quintanar, otro de carrasca carbonable de una legua de ancho, y pertenece a las villas del Toboso y de Mota y Quintanar.

Esta villa es sobre poco más o menos lo mismo que los demás pueblos que dejo corridos en esta provincia de la Mancha; en su parroquia que no es muy capaz para 1.500 vecinos que dicen tendrá, no he visto cosa particular; su arquitectura es del siglo XV y algo baja la bóveda; el altar mayor tiene de bueno y de malo; entre cuatro columnas hay pinturas, en el basamento lo mismo y el cuerpo segundo una de Santiago en la batalla de Clavijo, porque la parroquia es de las de su Orden; las tales pinturas me parecieron de un profesor de mediano mérito, pero las que me parecieron bien son unos cuadros de los doce apóstoles y el Salvador, que juzgo de estilo romano, colocados en un ridículo coro que hay a los pies de la iglesia y al cual se sube desde su plano por una escalera a manera de teatro; tiene además el pueblo siete ermitas, San Sebastián, la Concepción, La Piedad dentro del pueblo, San Pedro, San Juan, Santa Ana y San Antón fuera. Aquí está establecida una de las contadurías que mantienen los gremios para el manejo de las rentas de la mesa maestral de Santiago.”

¿Qué nos dice de La Mota?

Se podía comer quizás mejor que en otra villa, seguramente en su posada del Camino Real.

Persistían en la Sierra 10 o 12 molinos, seguro que más, pues 15 molinos son los que se cuentan en el Catastro de Ensenada de 1752, 40 años antes de la visita de Cornide.

Tiene buenas vegas de cultivo y extensos azafranales, tanto que llama la atención del viajero.

Es un pueblo grande, comparado con los que ha dejado atrás. Refiere que debe tener más de 1.000 vecinos, unos 4.500 habitantes.

A la entrada y salida del pueblo, en las lomas, hay algunos campos de olivos, de tamaño no muy grandes.

En las veradas de los caminos de entrada y salida hay plantados algunos álamos negros y blancos, tal como lo recuerdo cuando era pequeño.

Para mí lo más importante y que tantas veces he referido, existían bosques del árbol mediterráneo por excelencia, el árbol representativo de la Mancha Santiaguista, la carrasca, nuestra amiga la encina. Nos cuenta el viajero que entre La Mota y Quintanar había un gran bosque de una legua de anchura, es decir, casi 6 Km, ¿puede alguien imaginarse, en la actualidad, semejante extensión?

Cornide ya apunta su triste destino, es un bosque de encinas carbonable, nuestras queridas amigas se convirtieron en carbón para mejorar la vida de los habitantes de esa época, pero, por el contrario, empeoraron la nuestra.

Deseo que nuestros hijos sean capaces de recuperarlo.

Bibliografía

[RAH-9-3912-18p. Cornide a José López de la Torre Ayllón y Gallo. Quintanar de la Orden, 2 de noviembre de 1797]

[Los viajes de José Cornide por España y Portugal de 1754 a 1801. Juan Manuel Abascal y Rosario Cebrián, RAH, Madrid 2009]

Por: Enrique Lillo Alarcón
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