Precursores de las pequeñas fábricas de chocolate que después se instalarían en los distintos pueblos de la Mancha, que deleitaron nuestra meriendas con una onza y un cantero de pan, que nos ilusionaron con los cromos que incorporaban en las tabletas, fueron los molenderos de chocolate, un oficio agradable a todas las personas, esperado con deseo por grandes y pequeños, que tuvo su desarrollo durante el s. XVIII.
Era éste un oficio itinerante; el molendero de chocolate iba de pueblo en pueblo, con su asno, cargado de cacao y de su piedra de moler, ofreciendo su producto elaborado, el chocolate, por todas las casas, normalmente de familias pudientes, de las villas que visitaba.
En La Mota, en el año 1752, existió un maestro chocolatero de modo permanente, era un vecino más del pueblo, lo que dice mucho en favor de sus gentes y del gusto por este delicioso producto.
El molendero de La Mota sabía hacer bien su trabajo, el proceso era como sigue: primeramente tostaba y retiraba la cáscara del cacao, así obtenía los granos; más tarde, sobre un mortero de piedra llamado metate, iba moliendo los granos, una y otra vez, lentamente, con una cadencia que conocía bien, no en vano tenía el grado de maestro en su oficio, hasta dejar una pasta fina.
El metate estaba hecho de piedra con forma rectangular y algo cóncava, más o menos grande, algunos de ellos podían tener más de un metro de largo; en la base tenía tres pies también de piedra, que le servían de apoyo en el suelo cuando hacía su molienda.
Sobre el metate se ponían los granos de cacao ya tostados; con otra pieza cilíndrica, también de piedra, con la misma apariencia de un rodillo de amasar, llamada mano, el molendero iba triturando los granos de cacao, hasta formar una pasta fina que constituía la base del chocolate, se mezclaba con una buena cantidad de azúcar y con otros productos que formaban parte del secreto del molendero, normalmente canela, azahar o vainilla.
El molendero vendía las tabletas ya fabricadas, aunque, en ocasiones, era llamado por alguna familia pudiente para que hiciera en su vivienda todo el proceso descrito de molienda y preparación, esto era así porque, también ellas, tenían algún secreto en la fórmula de preparación para obtener el chocolate más sabroso.
Los vecinos le veían dirigirse calle Mayor abajo, en dirección a la Plaza, acompañado de su criado, con su borriquita cargada con dos alforjas, el metate en una, en la otra el cacao y tabletas de chocolate ya fabricadas …
El maestro chocolatero de La Mota tenía una familia numerosa, estaba constituida por el matrimonio, cinco hijos y dos criados:
Joseph Moreno Ortega, maestro molendero y cabeza de familia, de 43 años de edad.
Lucía Cano, su mujer, de 37 años.
Antonio Manuel, hijo de 7 años.
Francisco de 5 años.
Santiago de un año y medio.
Josepha, hija de 4 años.
María Theresa de 3 meses.
Christóval de Igueras, criado de 27 años.
María Rodríguez, criada e 26 años.
En el catastro de Ensenada, se le reconocieron unos ingresos medios de 9 reales diarios, lo que suponía un salario importante, ya que era el de nivel más alto entre todos los maestros que ejercían un oficio.
Considerando el nivel ocupacional de este siglo, podemos considerar que percibía un salario anual entre 1.400 y 1.800 reales.
Gracias a nuestro maestro molendero de chocolate, que tantos momentos buenos hizo disfrutar a nuestros antepasados de La Mota.